Una de las más profundas crisis en el periodismo la padecemos hoy en Colombia. La crisis pasa por múltiples estadios y es hora de la gran reflexión. Pero lo que sucede es que los periodistas somos tan egocéntricos que creemos que no estamos haciendo nada mal. En medio de ese inmenso poder que creemos tener porque alguien nos escucha, nos lee o nos ve, ni siquiera nos damos el tiempo para pensar si entre tantas voces críticas algunas tienen la razón.
La cultura periodística cambió. Los grandes maestros del oficio ya no están, muchos ya fallecieron, otros están retirados y no hay voces que tengan la suficiente sindéresis para llamar al orden, a la calma. La verdad, también, es que las redes sociales convirtieron el periodismo en la cultura del espectáculo. Se mide al periodista por el número de clicks que pueda obtener, a costa de su propia credibilidad. Hoy son más los opinadores que los informadores. Los periodistas ya no relatan, ya no cuenta, ya no reportean, solo opinan. No importa que en ese proceso arrasen con la verdad, confundan opinión con información, se conviertan en disparadores de la violencia verbal y física.
Nada importa, lo único valioso es si eso me reporta tendencias en twitter, nuevos seguidores o más ‘me gusta’. Por eso vemos cosas impensables hace pocos años. Grandes referentes del periodismo convertidos en rehenes de movimientos políticos. Los sentimientos más bajos depositados en la gran cloaca de las redes sociales. Kapuscinski decía que solo las buenas personas podían ser buenos periodistas. Sería en su tiempo, maestro. Conozco mucha gente perversa a la que sus colegas y admiradores los consideran emblemas del buen periodismo.
Qué difícil es trasmitir un mensaje distinto a los que apenas se están formando en esta profesión. Cómo explicarles que un periodista es valioso por su compromiso con los más desfavorecidos y no por ser complaciente con los más poderosos. Cómo decirles que es preferible un comunicador que lucha por buscar la verdad que uno que solo pretende ganar ‘likes’ con opiniones deformadas. Cómo convencerlos que siempre será mejor contar la historia del otro que ser yo el protagonista.
Muy difícil en esta era del periodismo-espectáculo. El periodismo no es ni lo sombra de lo que era. La prepotencia, la soberbia, la grosería, el desdén por los demás, la falta de rigor, los intereses, el sueño de la fama, el poder que todo lo obnubila, las mentiras, la manipulación, la hipocresía son los nuevos valores. El periodista hoy solo sirve en Colombia para ahondar más en la división. En vez de llamar a la calma y la prudencia optamos por el papel de Nerón en un país que ya arde en llamas. Mientras tanto los medios ahogados, sin expectativa, cooptados por diversos intereses, en un sin salida que mina cada día su credibilidad.
Estamos en una revolución sin precedentes. Nada será igual. El periodismo como lo conocimos ha muerto. Debe llegar una transformación, pero desconozco si será la correcta. Hoy lo que estamos ofreciendo no está bien. El periodista es un gladiador más en el circo romano en que se ha convertido esta actividad.
GERARDO QUINTERO
ElPais.com.co
@Gerardoquinte
¡Buenísimo!