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Soy un señor. No soy irrespetuoso. Soy demasiado humilde. / Foto: www.contraluzcucuta.co

NECROLOGÍA. Soy una persona sin rencores, sin enemigos, soy feliz: Roque

Como homenaje a este hombre que vivió sin afanes y con respeto por los demás reproducimos esta nota periodística. En paz descanse, Roque.

CÚCUTA. La mañana está soleada. Las tribunas del estadio General Santander están  desocupadas. En la cancha no aparecen los futbolistas. Abajo, en la primera planta, el hombre encargado del aseo pasa la escoba con afán. Tiene que cumplir otra diligencia y el tiempo apremia.

  • A ver, qué es lo que quiere – dijo Roque Villamizar Arias y comenzó a caminar a prisa, en busca de las escaleras que llevan al segundo piso.

Debieron pasar largos días y varias visitas al escenario de la Diagonal para concretar la cita. La dificultad radicó en las ocupaciones del personaje, los compromisos y las obligaciones en otros frentes.

Roque nació,  el 15 de agosto de 1957, por los lados del barrio El Llano. Al medio día lo recibió una partera, le comentó la mamá en una conversación familiar. La infancia la vivió entre Gaitán y La Libertad, mientras crecía para ayudarle a su papá Raúl en la venta de dulces y confites en el estadio. Inició en este oficio a los 5 años.

La ocupación no le permitió asistir a la escuela, sino hasta tercero, de acuerdo con el recuerdo vago que tiene de esos momentos. Fue el menor de 16 hermanos.

A medida que creció fue testigo de intercolegiados, interbarrios y otros torneos que le representaban ganancias y experiencia para atender en el futuro certámenes de envergadura. Y comenzó a ganarse el nombre que hoy tiene entre los aficionados al deporte motilón. Luego, encontró otra ocupación. Jorge Gutiérrez, administrador del General Santander, le dio la oportunidad de barrer las tribunas. Y desde entonces no ha dejado de hacerlo, aunque tiene una queja.

  • La mayoría de los aficionados hace las necesidades alrededor del estadio.

En esa labor constante de limpiar las gradas no ha conseguido nada de valor. Solo una que otra moneda, que al juntarlas no da para el pasaje de regreso a casa. Tampoco barre con la ilusión de hallar cadenas, billetes, pulseras y demás joyas.

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Roque mira al frente, a Occidental, y ve que los clientes de siempre no están. La bulla dominical no ha comenzado. Las bombonas de aire no truenan, ni se escuchan las sirenas. Es un día de entre semana.

Ahora, sentado en el puesto que cualquier aficionado puede ocupar para observar al once motilón, añora las tardes de fútbol, porque el cajón en el que acomoda las golosinas está vacío.

  • Está quebrado por mala administración. Hay clientes que compran, otros que fían y otros que roban. No voy a pelear.

El plante es relativo. Según el adversario del Cúcuta Deportivo invierte $ 100.000, $ 200.000 y hasta $ 300.000. Poco sale a la calle a cumplir con esta actividad. La ganancia también se vuelve relativa. Se acomoda las gafas blancas en la cabeza, a manera de diadema, y no da una cifra. Titubea y deja pasar la pregunta. Como vendedor lleva más de 45 años. Entre los dedos de la mano derecha acomoda los billetes, según la denominación, para dar vueltos  y no enredarse. Con la izquierda recibe el dinero y despacha los dulces, las papas fritas, los chitos, las galletas, los bombones.

En cada jornada de fútbol se pasea por entre los aficionados. No les teme a las barras, ni a los gritos de los hinchas furibundos. De todas maneras no pasa inadvertido. La mercancía que exhibe no es competencia para el chicharrón, el bofe, los perros calientes, ni la cerveza.

Los clientes son desemejantes en sexo, edad y condición económica. Cada uno sabe qué comprar y lo hace cuando Roque pasa cargando el cajón lleno de mercancía

  • Lo bonito es tener en el corazón a la gente que me aprecia.

 

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La grama de la cancha recibe el riego de ocho chorros armónicos que forman una figura agradable a la vista. Roque no le presta importancia, quizás está cansado de verla y le es familiar.

  • Casi nazco en el estadio. Mis padres trabajaban aquí. Como barrendero llevo 11 años. No tengo enemigos.

A pesar de ese tiempo vivido en el ambiente futbolístico, tratando con jugadores y conversando con especialistas y teguas, no tiene afecto por este deporte. Tampoco aprendió a practicarlo, no obstante asistir a la mayoría de los entrenamientos del cuadro rojinegro.

Patear un balón, que en muchos despierta pasión y una sensación agradable, le es indiferente, lo tiene sin cuidado y no da la vida por hacer la  veintiuna, un taco, un túnel o un gol. Menos cabecearlo o pararlo de pecho.

En cambio, sí recuerda a algunos de los que vistieron la camiseta cucuteña y se hicieron ídolos en las canchas colombianas. La memoria le permitió nombrar a Juan Ramón Verón, Julio Terra, Cleto Castillo, Omar Vega y Germán González.

No los diferenció por posición en la cancha o por nacionalidad o por el número en la franela o por los goles convertidos o por los evitados, simplemente los recordó y eso le bastó.

De los nuevos escogió a Lionard Pajoi, Leandro Castellanos y Andrés Saldarriaga, y a los técnicos Jorge Luis Bernal, Pedro Sarmiento y Aníbal Ruiz.

  • No he sido amante de acercarme a los jugadores. No les paro bolas a los partidos, hay que aprovechar los minutos. El gol de nosotros es vender.

 

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Permanece sentado mientras trascurre la charla. Se acomoda y echa un vistazo a Sur. Los de la Banda del Indio no están. En Norte no encuentra a los de la Trinchera. A su espalda no hay nadie.

Roque se ha ganado la fama de afeminado. Amigos, conocidos o recién llegados al estadio lo molestan mientras le compran, fían o quitan un caramelo.

  • Si le parara bolas a la gente me daría un paro cardiaco.

Es soltero y no tiene hijos. Hace 15 años quedó huérfano de madre. Desde entonces vive con un sobrino y con el papá, que tiene 93 años. El fruto del trabajo lo comparte con la familia.

Da la sensación de ser un hombre al que la soledad lo acompaña por doquier. La voz suena suave. Tiene la apariencia de estar afligido y apesadumbrado.

  • Soy un señor. No soy irrespetuoso. Soy demasiado humilde.

Agradeció a las administraciones que le han permitido permanecer en el General Santander cumpliendo las funciones de aseador, sin mirar colores políticos ni cuestiones de credo.

 

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Pero no todo es venta de dulces, algarabía, fútbol y balones. En la vida de Roque hay algo más de compromiso con los desvalidos, con los necesitados, con aquellos que carecen de recursos para vivir felices.

  • Manejo un programa de asistencia social y llevo ayuda a donde la requieran.

En 1986, le dio vida a la Corporación para el desarrollo de las clases menos favorecidas y ha mantenido la reserva para llevar a cabo el trabajo. No busca votos, sino la satisfacción de los que reciben apoyo.

Tejares, ferreterías, almacenes y otras empresas privadas confían en la buena voluntad de Roque y respaldan la obra para llegarles a los pobres con lo que necesitan para subsistir.

En diciembre, por ejemplo, viste a niños para recibir la primera comunión. En el 2008, los beneficiarios llegaron a 400. Otro frente son las comunidades desprotegidas, a las que lleva los mercados que les regalan los amigos.

  • Vivo en función de ayudar a la gente. Lo que se pide se hace a nombre propio.

Este compromiso, adquirido por voluntad y sin la búsqueda de retribuciones lo cumple en el día. Le saca horas al trabajo en el estadio para visitar a los benefactores y recibir los bienes que luego distribuye entre los favorecidos.

La charla terminó, porque Roque le puso punto final. Se levantó y se alejó por entre las graderías. Caminó despacio, como acostumbra a hacerlo mientras ofrece chucherías a los seguidores del Cúcuta Deportivo. En la tarde, o mañana, tendrá que barrer las otras tribunas.

  • Soy una persona sin rencores, sin enemigos. Los problemas son pasajeros. Soy feliz.

RAFAEL ANTONIO PABÓN

Este perfil apareció en la revista Imágenes, de La Opinión, durante mi vinculación laboral con el periódico (15 de febrero de 2009).

Sobre Rafael Antonio Pabón

Nací en Arboledas (Norte de Santander - Colombia), educado y formado como periodista en la Universidad de la Sabana (Bogotá), gustoso de leer crónicas y amante de escribir este género periodístico, docente en la Universidad de Pamplona (Colombia) y seguidor incansable del Cúcuta Deportivo.

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