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Marta Lucía Mora, víctima del conflicto armado en Norte de Santander.

MARTA LUCÍA MORA. ‘No tengo paz, perdóneme, señora’: ‘El Iguano’

CÚCUTA.- Marta se estremeció cuando escuchó que le decían al oído ‘No tengo paz, perdóneme, señora’. La voz masculina sonó sincera, arrepentida. El hombre que se le acercó para hacer la confesión no era otro que Jorge Iván Laverde, ‘El Iguano’, comandante de las autodefensas en Cúcuta, a comienzos de siglo. Ocurrió en la Fiscalía.

Mucha gente ha querido hacerle borrar ese instante y ha intrigado para que dude de la sinceridad de la frase. La han llevado a meditar sobre lo expresado por el responsable de centenares de muertes en Norte de Santander, incluida la de su esposo. “No me importa que haya fingido, que lo haya hecho por el proceso” que le adelantan las autoridades judiciales. Le interesa lo que sintió y el efecto que causaron esas palabras en su vida.

Tuvo frente a frente al asesino de su marido y  se atrevió a pedirle perdón. A abrazarla. A llorar. A decirle  que no tiene paz. Ese encuentro marcó otra etapa de la vida de esta mujer que, a partir de ese instante, está dedicada a hablar del perdón como sanación.

La historia de Marta Lucía Mora es una historia común. Hace 15 años, le pusieron el remoquete de ‘víctima del conflicto’ y así comparte sus días. Desde el 2000, es viuda. Los paramilitares, entre tanta gente que asesinaron, mataron a su esposo en la ciudadela Juan Atalaya. “Quedé con mis dos hijos, de 4 y 6 años. De ahí me desplazaron para Villa del Rosario, donde comencé la vida desde cero”.

De niña ha cultivado el don de la poesía. Lleva muchos años metida entre los versos, que guarda con recelo, y los ha dedicado a diversos contenidos. La última década y media ha tenido como inspiración la guerra, la paz, el perdón, el olvido, el conflicto, las víctimas, el renacer, la reconciliación, las experiencias propias y ajenas, la vida y la muerte.

‘Asesino’ es la composición que tiene como centro a ‘El Iguano’. Lo creó para el hombre que predeterminó su suerte al dejarla sola con dos hijos, sin el amparo del marido. La poesía la ha ayudado a sanar. Expresa en palabras los sentimientos y después lee lo escrito para reflexionar, analizar y comprender. Así, puede proyectar y compartir con  otros seres humanos  eso que lleva por dentro.

Son 150 poemas escritos y tiene la ilusión de verlos publicados en un libro, aunque ha encontrado escollos. “En la Gobernación dicen que no hay dinero, pero tengo fe”. ‘Perdón y arrepentimiento’ es el otro poema dedicado a Iván Laverde. ‘La viuda’, dedicado a su dolor; ‘Absorta’, que marcó la etapa de perdón; ‘Una vida sin tregua’, ‘Salirnos de la guerra’, ‘Hay esperanza’, son algunos de los trabajos.

Luego de enviudar, Marta quedó sin amparo, sin casa, sin nada. Buscó trabajo en San Antonio del Táchira (Venezuela) y encontró oficio en algunos restaurantes. Para sobrevivir lavó ropa ajena y desempeñó otras labores, todo por los dos muchachos que le quedaron.

La muerte del esposo le despertó el resentimiento y la rabia. “Me parecía que era una injusticia conmigo, me parecía que Dios estaba siendo injusto”. Descargó esas energías en la poesía y escribió todo aquello que se le ocurría. Compuso poemas protesta, sobre la rabia, el dolor, las humillaciones. “He sido apegada a Dios en la oración, así sea para pelear o para reclamarle”.

El resultado de las conversaciones con Dios es la orientación recibida para alzar los ojos y mirar que había otros seres humanos que arrastraban tragedias peores y vivían situaciones peores. “Me fui haciendo sensible de esas historias y transformándolas en poesía”. Hizo amigos, compartió momentos y buscó la manera de cambiar esa vida.

Comprendió que el dolor de las víctimas es común, y está representado en uno, tres, cinco, diez muertos. Y los tocaba a todos en medio de la soledad, con resentimiento y desesperanza. “Me di a la tarea de pensar cómo ayudarlos a salir adelante, a que boten lo que tienen adentro, porque nos hace daño”.

Les llevó el mensaje convertido en poesía, encuentros, palabras, abrazos, fortaleza. “Ese ha sido el enlace que he tenido con las víctimas durante 15 años de historia”. En ese tiempo ha participado en reuniones en Bogotá, Meta, Bucaramanga y otros lugares del país. Decidió que compartir la experiencia sería una misión de vida.

La OEA la ayudó y le recomendó que formara una fundación. “Me dieron casa en Villa del Rosario, donde tengo el Centro de Reconciliación y Paz”. Ahí trabaja con jóvenes y por medio de la literatura, la pintura, la danza y la poesía se los arrebata a la guerra. “Hay mucha gente que se ha trasformado y ha cambiado su mundo. Ahora, ve un horizonte nuevo”.

Está segura, porque así se lo dicta el corazón, de que cuando cada víctima sane y extirpe ese cáncer de odio que arrastra volverá a vivir. Le agrada ver a cada madre de los jóvenes que comparten en la fundación,   sonrientes, sanas, con visión de futuro, mientras los ayudan a alcanzar los objetivos. “Ese es el logro de mi fundación. Por eso me he dado a la tarea de hacerla visible”.

En la fundación hay víctimas y reinsertados, trabajan por la reconciliación. No hay diferencia. Cuando conozco la historia puedo tocar la otra parte del ser humano. Me creen y trabajamos juntos”.

RAFAEL ANTONIO PABÓN

rafaelpabon58@hotmail.com

Foto: Omar Elías Laguado

 

Sobre Rafael Antonio Pabón

Nací en Arboledas (Norte de Santander - Colombia), educado y formado como periodista en la Universidad de la Sabana (Bogotá), gustoso de leer crónicas y amante de escribir este género periodístico, docente en la Universidad de Pamplona (Colombia) y seguidor incansable del Cúcuta Deportivo.

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