CÚCUTA.- Bajo un Sol que deja al desnudo todo su esplendor, se encuentra un capullo que quiere igualar su grandeza. La tarde es como cualquier otra en esta ciudad y el calor es insoportable. Ella, con el cabello recogido, suda mientras intenta hacer saltos y vueltas a la perfección.
Se ríe al recordar los momentos que la llevaron al lugar donde está. Lleva un conjunto cómodo para entrenarse. El Coliseo Menor ‘Eustorgio Colmenares’ es el lugar donde lucha por alcanzar los sueños y tomar el sendero que la haga brillar con luz propia.
Adriana Lucia Mantilla tiene 7 años y va a paso de gigante. Es la menor del hogar y divide el tiempo entre la Normal Superior María Auxiliadora, donde cursa segundo grado; el entrenamiento de gimnasia; las tareas y la amistad.
“Mi familia es chévere y me ha dado siempre apoyo. Es mi hermana quien me ayuda siempre con las tareas y mi súper héroe es mi papá”. Cómo no iba a hacerlo, si Jesús Eduardo Mantilla desde un principio la apoyó y depositó su esperanza y confianza en la hija menor que la vida y Maritza, la esposa, le regalaron.
Un día, antes de adentrarse en el mundo de las vueltas, las piruetas, media lunas, aros y balones, el tío, Rafael, cansado de ver a la sobrina saltar por toda la casa y que nadie le prestara mayor atención, decidió hablar con Jesús y convencerlo de que la llevaran al coliseo para que hiciera la prueba, y que alguien profesional decidiera si la niña tenía talento para esta disciplina.
“Estaba en el grupo de porras en el colegio y cuando vi que me iban a meter a gimnasia les dije a mis papás que me sacaran. Lo abandoné, porque el tiempo no iba a alcanzarme para estar en dos grupos”.
Pasó la prueba e ingresó a gimnasia rítmica. Comparte con niñas de diferentes edades y desarrolló habilidades que tal vez ni ella habría podido imaginar.
Luego de algún tiempo de fuerte entrenamiento, llegó por fin la hora de presentarse en una competencia nacional. Cali fue la sede en la que ‘Luci’ mostró la gallardía de la que está hecha y que tiene talento para más.
Cada niña tenía que hacer un esquema individual. Repasaba en la mente lo que la profesora le había enseñado. Para sorpresa de todos, y hasta de ella misma, obtuvo el premio mayor. Una medalla de oro fue el símbolo de la victoria que trajo a la ciudad y como un capullo bien cuidado, Lucía Adriana empezó a florecer.
“Tenía nervios y mucho miedo; sin embargo, pensé que tenía que hacerlo para convertirme más adelante en un apoyo y ganar para Norte de Santander. Cuando gané y estaba en el avión para devolverme, mi papá me llamó y me dijo que todos estaban dormidos. Al aterrizar me di cuenta que era mentira y que toda la familia me esperaba en el aeropuerto para felicitarme”.
Hoy, en la casa conserva no una, sino dos medallas que el talento y la dedicación le han obsequiado. La segunda es de plata y la ganó en Sogamoso. Esta vez los nervios la tomaron desprevenida, se apoderaron tanto que ‘Luci’ no quería salir a mostrar el esquema. “Sentía mucho frío y nervios. Estaba que me moría. Creí que iba a perder, porque vi que todas lo hacían bien. Fue difícil y estaba segura de que no iba a ganar medalla”.
No se había presentado y la mente le había mostrado las imágenes de la derrota, producto del miedo, la timidez y la falta de experiencia. No fue la pesadilla que imaginó. Los nervios, poco a poco, se desvanecieron y el frío pasaba a medida que daba giros. No cerró con broche de oro, y ese fue el error. Al ejecutar la pirueta tambaleó, no fue la caída perfecta a la que se había acostumbrado y obtuvo el segundo lugar.
Todo se almacena en el baúl de recuerdos. Cada victoria y competencia son experiencias que la ayudan a mejorar. Se mueve y estira los pies todo lo que puede. Tiene el cabello recogido con una moña negra. Habla sin parar, se mira las manos, se acaricia los dedos y se muerde las uñas.
El instrumento con el que se siente más segura es el lazo, y sabe que debe avanzar. Pronto tendrá que dominar el aro y el balón para fortalecer los esquemas y prepararse para las próximas aventuras que la gimnasia le tenga guardadas.
‘Luci’ hace las travesuras que la infancia puede justificar. Se gana los regaños de la profesora del coliseo por hablar y no obedecer con la rutina de calentamiento como es debido. A veces se aburre con los ejercicios, aunque ama lo que hace. “Me gusta mucho esto. Solo que de vez en cuando me da pereza venir. Eso no quiere decir que falte, soy la única que ha venido a todos los entrenamientos”.
No todo en la vida es entrenar, sudar y competir. Lucía es una niña con gustos y actividades que tendría cualquiera de su edad. Tiene una materia preferida y que lleva con la máxima nota, Educación Física, no era difícil de adivinar. También, tiene una materia que se la complica, Lengua Castellana, la cual se esfuerza cada periodo por pasar.
“Llego del colegio, almuerzo, me baño, espero que me hagan el peinado y me voy. Entro un poquito cansada y con sueño, pero debo bañarme y hacer las tareas”.
Le gusta salir a cine, comer helado, ir a piscina, jugar y disfrutar de los paseos en familia. Para la conversación, se ruboriza, ríe fuerte, los ojos marrones le brillan y se cubre el rostro con las manos, como si acabara de hacer la más grande confesión.
Entre los canales preferidos todavía resalta el que llama infantil, Discovery Kids, se entretiene con los programas My Little Pony, Peppa La Cerdita y Doki, también le agradan Disney Channel y Nickelodeon.
Tiene una lista de pequeños pecados y mentiritas que debe decir. La profesora le ha aconsejado varias veces que no es saludable que coma dulce y beba gaseosa, sin embargo, a escondidas los compra. “Me los prohíben, pero los compro. Le digo a mi hermana cuando va a la tienda que me traiga y me los como”.
En octubre, habrá una competencia en la que Lucía no podrá participar. Es para niñas de 8 años en adelante. Les hará porras a sus amigas, como aprendió a hacerlo en el colegio. Esperará ansiosa el turno de brillar y florecer.
PAOLA ANDREA NOVOA
andreanovoavelasquez@gmail.com
Foto: MARCO SÚA
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