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Día Internacional de la Mujer

Loor a la mujer

Es el decurso de nuestra  edad adulta, el escenario en que aprendemos en verdad qué es la vida. Lo descubrimos  una tarde entre cipreses y eucaliptus, en un viaje nocturno, bajo la lluvia, en la soledad de la casa, entre ausencias y desencuentros, en el acoso cotidiano, tal vez en la enfermedad y acaso en la alegría.

La vida es aquello que sentimos  más allá del momento, cuando se nos vuelve piel un recuerdo, una época, una verdad, un día, una noche, un instante. Aprendemos, por ejemplo, que los mejores regalos no son aquellos que recibimos como pago, o compromiso, o rutina, porque son sólo eso.

Si alterásemos la escala de valores con que vivimos, es decir, diéramos el valor correspondiente a cada asunto, a cada evento, a las cosas y sobre todo a las personas, descubriríamos un mundo insospechado y sabríamos entonces verdades que la vanidad o el ego no nos  han permitido vivir.

Para fortuna, he descubierto entre mis varios  tesoros, porque los tengo, representados en varias mujeres, uno muy importante, hecho piel, pensamiento, verdad, inmenso placer, tengo el irrevocable honor de haber conocido en persona, en primerísima persona, a una mujer excepcional, que fue Doña Ofelia Uribe de Acosta, la conocí por los años 80, por intermedio de un buen amigo, muy cercano a ella, y fue tal el impacto que su personalidad causó en mí, que me ofrecí a ser su chofer (Ad honorem), en un Ford cupé 1956, que una sobrina política suya le prestaba, y así  pasaron tal vez los días de mayor aprendizaje que haya tenido en mi vida, en cuanto a desarrollo humano, porque la señora Ofelia en su abundante calidad humana, me regaló además de su amabilidad y afecto, el delicioso contacto con un ser inteligente, eso es indescriptible, y su extraordinario don de gentes, y esa visión clara y objetiva del papel de la mujer en nuestra sociedad colombiana y Latinoamericana, visión, que valga decirlo, me ha proporcionado una enorme ventaja como miembro de esta sociedad matriarcal,  en que nos movemos, quienes hace rato entendemos quién lleva el timón del mundo.

La calidad intelectual de Doña Ofelia Uribe de Acosta, su definitiva lucha por los derechos civiles de la mujer casada, “El respeto por los derechos patrimoniales de las mujeres,” “El ingreso de la mujer colombiana a la universidad”,  “El derecho de la mujer al voto”, su labor periodística y radial, y su generosidad al donarme varios libros que naturalmente conservo, entre ellos   El abanico de Lady Windermere, de Oscar Wilde, en suma, son la enseñanza obtenida para saber que los mejores regalos que la vida nos da son aquellos que no usan papel y tarjeta, ni esos que vienen por onzas y despiden aromas divinos, (como dicen las niñas), los mejores regalos de la vida son esos días en que conocemos seres humanos así como la autora de Una voz insurgente  que nació en Oiba, en el mágico diciembre de 1900, y se fue el 4 de agosto de 1988 desde Bogotá, tal vez para Sirius, y fue  ciudadana del Socorro, maestra graduada en la Normal de San Gil, profesora de primaria en Simacota, santandereana universal, de compromiso con su género, que dejó una brillante carrera como ejemplo de las generaciones futuras, y a quien, por ello, con toda admiración, desde esta humildísima tribuna de mis pensamientos y recuerdos, rindo un homenaje inmenso, que extiendo en su nombre de luchadora, y que estoy seguro ella comparte desde su morada en el viento (allá en Sirius), a otras mujeres, como lo dije, que forman parte de mis tesoros, y quienes representan mi riqueza porque han sido la piel en el camino de mi vida.

Hablo entonces, de mi parienta mayor, Doña Orfelina Torres Ramírez, quien me trajo al mundo en vuelo de primera clase, hablo de mis hermanas, que han sabido soportarme como la única presencia masculina de nuestra familia, de mis dos amadas hijas feminócratas, (mujeres del futuro), de mi señora, directora técnica de mi onceno de sueños, de mis amigas de infancia, adolescencia y madurez, que habitan la plaza apacible de mi corazón, de mis parientas cercanas, de mis compañeras de trabajo que me ayudan a sobrellevar el oficio de la enseñanza aprendizaje, de las madres cabeza de familia que son flores sin dueño, de las compañeras que aún no han recuperado sus derechos civiles, de las mujeres periodistas, artistas y, especialmente, de aquellas que hacen país y hogar cotidianamente.

¡Loor!, que es una palabra casi en desuso, pero muy apropiada para ella y para  ellas, y para todas y todos aquellos que saben cuáles son en realidad los mejores regalos de  la vida, y a quienes quieran aprenderlo, felicitaciones, y a quienes se unan a este homenaje, en el Día Internacional de la Mujer,  muchas gracias, y a quienes no han erradicado de su comportamiento bestial la violencia contra la mujer, ni felicitaciones, ni gracias, ni nada.

CARLOS LUIS IBÁÑEZ  

Docente tutor.

El lorosaurio

 

Sobre Rafael Antonio Pabón

Nací en Arboledas (Norte de Santander - Colombia), educado y formado como periodista en la Universidad de la Sabana (Bogotá), gustoso de leer crónicas y amante de escribir este género periodístico, docente en la Universidad de Pamplona (Colombia) y seguidor incansable del Cúcuta Deportivo.

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