CÚCUTA.- Los científicos, para escalar las posiciones que anhelan, pasan por innumerables sacrificios. Pero la motivación está en las ganas de aprender y de conocer. Diego Cristancho tomó la decisión de ser doctor en termodinámica y le ha costado mucho. No tanto en la parte económica sino en la abnegación inspirada por el amor a la ciencia.
“Hubo épocas en las que dormía dos horas al día, durante años”. En el departamento de física pura de la UIS dictaba mecánica analítica, estática y dinámica para ingenieros mecánicos, y en ingeniería química, fenómenos de trasporte, laboratorios, diseño experimental, matemáticas avanzadas, optimización y fluidos.
Al tiempo, trabajaba en el Centro de Investigaciones en áreas diametralmente opuestas, con emisiones gaseosas, plantas de tratamiento de aguas residuales, asesorías para reactores anaeróbicos, rellenos sanitarios y el Banco Mundial. “Un panorama amplio que dejaba poco tiempo para dormir y poco tiempo para vivir”.
Después de tomar la decisión de ser doctor y de hacer investigación nunca se deja de aprender. Pasó de entender la fase gaseosa a comprender la fase sólida. Trabaja en proyectos diferentes, que los soporta desde el área de la termodinámica. “Continúo aprendiendo a diario y cada vez que tengo una nueva asignación me alegra”.
Otra barrera a la que debe enfrentarse a diario, a pesar de los conocimientos adquiridos, es el hecho de ser colombiano. La estigmatización de la nacionalidad la ha sentido en la cotidianidad, aunque no se ofende cuando se la hacen ver. “Depende de cómo se asuma”.
Para combatirla, junto con la esposa también colombiana, invitan a casa a los que quieren conocer más del país y les brindan café, chorizos y arepas; los ponen a escuchar pasillos, bambucos y cumbias, y les muestran fotos de Cúcuta, Bucaramanga y Bogotá. Al final de la velada “se quedan pasmados, porque por ignorancia no reconocen lo que somos”.
El haber nacido en un hogar humilde en la ciudadela Juan Atalaya no ha sido inconveniente para subir los peldaños deseados, ni se ha convertido en generador de temores para sentarse a manteles con científicos mundiales. Por el contrario, le ha dado valor para mirarse y fijarse en todo cuanto ha ganado a pulso y por amor a lo que se desea. “Para salir adelante en la vida no se debe tener miedo. Es triste vivir la vida con miedo”.
Dejó a un lado los temores para encontrar felicidad en lo que hace. Es falso que se pueda programar la vida, porque tiene muchos factores aleatorios que la pueden cambiar de un momento a otro. “Lo que se deben tener son convicción, sueños y un instinto para no dejarse decaer”.
El proceder de un estrato humilde lo ha fortalecido, porque poco a poco ha construido ese mundo en el que habita y si tuviera que empezar de nuevo, el temor sería menor, porque conoce el camino. “Como persona me da mucha paz, porque no tengo temor de volver a empezar porque me sé el camino”. No le ve problema a regresar al tablero para dictar clases, como lo hizo en la época de estudiante en Bucaramanga. “Uno debe tratar de generar armonía con lo que hace”.
Es consciente de que sería falso decir que la carga laboral no afecta la parte personal. Tiene tres fórmulas para contrarrestar esas horas fuera de casa. Primera, disfrutar lo que hace para que no impacte el ambiente familiar. Segunda, tener organización, como los ingleses, milimétrica, con el tiempo y con las actividades para sacarles el quite a los problemas. Tercera, entender qué es lo urgente y qué es lo importante. “Uno tiene que saber equilibrar entre lo profesional y lo familiar para ser feliz”.
A veces, cuando duerme se le ocurre la idea genial que aguardaba por horas. Se levanta, la escribe y al día siguiente la ejecuta. “Todos somos normales, depende de la vocación”.
La ciencia le ha dado humildad para aprender a criar al hijo. No es religioso, pero cada fin de semana se detiene a pensar en la vida y reflexiona acerca del fin de los días, que no hay nada qué hacer. En ese momento piensa en que la vida es finita. “Pienso que voy a morir, que la gente que amo se va a morir, y cuando pongo todo en contexto me doy cuenta de que mis problemas laborales, cotidianos, son insignificantes y los echo a un lado, los minimizo y continúo”.
En ese instante llama a Cúcuta para hablar con la mamá y el papá. Trata de tener la conciencia tranquila, porque eso es lo que a final de cuentas lo hace estar en paz. “No me interesa saber si hay otro mundo”.
Se ve proyectado en el hijo, pero no quiere hacer del niño lo que él es. “Mi hijo es un fundamento para vivir”. Muchas veces trata de parecerse a él y no a la inversa. No quiere que siga el camino que lleva recorrido sino el que quiera. “No quiero llenar mis vacíos por medio de mi hijo”.
A pesar de ser doctor en termodinámica se divierte como cualquier persona. “Me gusta tomar cerveza. En Estados Unidos hay 10.000 marcas, cada fin de semana compro una marca diferente y comparo”. Un amigo lo enseñó a hacer cerveza. Es tan normal que con la esposa discuten sobre muchos aspectos. “A veces quisiera poder disfrutar más de la vida como lo hacen mis padres”.
No es ajeno a cometer equivocaciones, esas que cuando ocurren lo vuelven más humilde. “Uno aprende más de los intentos fallidos que de los coronados”.
El estar de un lado a otro desde los 14 años lo ha llevado a aprender a ser de donde está. A medida que ha crecido ha reconocido valores que no había advertido por vivir la vida tan rápido. “Uno se olvida de la identidad cultural. Soy cucuteño, soy orgulloso. A esta edad, 31 años, estoy reconociendo los valores y las características de los cucuteños y lo importante que han sido para mí la tenacidad y la honestidad; la espontaneidad y la trasparencia”.
En este momento vive en Michigan, pero sus raíces son de acá y son las que lo han ayudado a afrontar los problemas surgidos. Tiene una esperanza, que Cúcuta, en algún momento, aproveche sus conocimientos. “Quiero adquirir la suficiente reputación internacional para que cuando venga lo haga con recursos, no a pedir recursos. Si tengo reputación académica e intelectual en varias empresas del mundo, puedo pedir plata para investigación. Esa es la manera de hacer algo por el país y por la ciudad. Aquí hay minería, carbón, arcillas, palma africana. Ahí hay campo para la investigación”.
RAFAEL ANTONIO PABÓN
Fotos: MARIO CAICEDO