Heroína, colombiana, patriota, amante de la libertad, doméstica, espía, conspiretas, antirrealista, organizadora de destacamentos militares, apoyo de Simón Bolívar, hija del pueblo, luchadora, enemiga de Pablo Morillo y amante de la justicia y la libertad. Así vivió Policarpa Salavarrieta sus cortos años.
Los colombianos la recordaron en las noches mientras se trasmitía la serie de televisión, último homenaje ofrecido a esta mujer y que se une a los efectuados en tiempos pasados.
Hola, ‘Pola’, a los televidentes les dio pesar y dolor ver cómo la fusilaron hace 194 años…
Sí, la serie recreó algunos momentos históricos que ahora los colombianos conocen por haberlos visto en la televisión.
¿Por qué se sabe muy poco de su vida?
A pesar de mi popularidad buena parte de la información es supuesta, aunque ha sido divulgada como certera y, paradójicamente, se tiene más conocimiento de mis últimos días, antes de la muerte.
¿Fecha y lugar de nacimiento?
La referencia más divulgada es que nací en Guaduas (Cundinamarca), entre 1790 y 1796. Rafael Pombo dice que fue en Mariquita y José Caicedo Rojas, que en Bogotá.
¿Cuántos hermanos tuvo?
María Ignacia Clara, Eduardo, Caterina, José María de los Ángeles, Manuel, Ramón, Francisco Antonio y Bibiano.
Su nombre también ofrece muchas dudas…
Mi padre me llamó Polonia, Bibiano me decía Policarpa, en un pasaporte falso aparezco como Gregoria Apolinaria y algunos contemporáneos me decían la Pola. Sin embargo, Policarpa fue el nombre con que me di a conocer y es el que perdura por culpa de los billetes de $10.000.
El apellido también ha tenido algunas variaciones…
Sí, para unos soy Salabarrieta; para otros, Solabarrieta, y muchos lo escriben Solavarrieta, Salavarrieta o Zalabarrieta.
¿Cómo fue su infancia?
Crecí en una familia acomodada, teníamos lo suficiente para vivir y era respetada en la villa, aunque no poseíamos estatus de hidalguía.
¿Quiénes fueron sus padres?
Joaquín Salavarrieta, de regular fortuna, emprendedor de negocios de agricultura y comercio, y dueño de una tienda en Guaduas. Y Mariana Ríos.
¿Cómo era su casa?
La casa de la familia Salavarrieta Ríos, en Guaduas, no era de las más prestantes o mejor construidas, pero tampoco de las más pequeñas o miserables.
¿Cómo les fue en Bogotá?
Mal. Mi papá adquirió una modesta casa baja de tapia y teja en Santa Bárbara. La permanencia fue efímera por la tragedia familiar sufrida por la epidemia de viruela. Mis papás murieron, junto con Eduardo y María Ignacia.
¿Les dio duro haber quedado huérfanos?
La familia se disolvió. José María y Manuel ingresaron a la comunidad agustina, Ramón y Francisco Antonio viajaron a trabajar en una finca de Tena. Catarina, Bibiano y yo volvimos a Guaduas.
¿Qué hacía usted en Guaduas?
Era costurera y enseñé en la escuela pública, porque sabía leer y escribir. ¿Qué recuerda de ese pueblo?
Era un lugar de tránsito obligado entre la capital y el río Magdalena. A la villa la atravesaba el camino empedrado que mantenía un constante trajín de arrieros, muías, sillas de mano, jinetes, peones y viajeros nobles: virreyes, arzobispos y oidores. Un pueblo que tenía permanente movimiento y que recibía información sobre cuanto acontecía.
¿Qué la impulsó a ser revolucionaria?
La estadía en la casa de los Beltrán afianzó mis ideales de lucha y la inconformidad con el sistema establecido por los pacificadores.
¿De la casa quiénes eran revoltosos?
Mi cuñado Domingo García murió luchando al lado de Antonio Nariño en la campaña del Sur, y Bibiano fue veterano de esa campaña.
¿Recuerda una anécdota?
Claro. Se refiere al vaticinio de mi trágico final. La Virreina pasó por el pueblo, rumbo al exilio, en 1810, se detuvo frente a mi casa, me dio su imagen y me pronosticó la muerte.
¿En qué momento se ve envuelta en actividades políticas?
En 1817, cuando me trasladé a Santafé. Aunque en Guaduas inicié mis labores patriotas.
¿Bibiano no la desamparaba?
No. Cuando entramos a la capital, portábamos salvoconductos falsos y una carta escrita por Ambrosio Almeyda y José Rodríguez, líderes de las guerrillas patriotas.
¿Ahí no la conocía nadie?
En la capital, no, lo que me permitía salir con libertad y reunirme con los patriotas.
¿Cómo se hizo espía?
Una de mis tareas era coserles a las señoras de los realistas con el fin de escuchar noticias y averiguar el número, los movimientos, el armamento y las órdenes de las tropas enemigas, para que así los guerrilleros triunfaran en las emboscadas.
¿Y qué más hacía a favor de la causa?
Recibir y mandar mensajes de la guerrilla de los Llanos, comprar material de guerra y convencer y ayudar a los jóvenes a unirse a los grupos de patriotas.
¿Quiénes la acompañaron en esa labor?
Las mujeres que, generalmente, trabajaban como conspiradoras al lado de los esposos, amantes, padres o hermanos.
¿En qué momento aparece Alejo Sabaraín?
Vainas, se metió el rancho. Era un compañero de trabajo. Algunos historiadores lo ponen como mi novio y amante. Otros, dicen que era novio de María Ignacia Valencia. La verdad es que trabajamos juntos por la causa de la independencia.
¿Y de los hermanos Almeyda qué?
Pues nada. Quizás mis actividades no hubieran resultado sospechosas para los realistas si no los capturan con documentos que me comprometían. Estaba muy implicada en la conspiración.
¿Qué había hecho?
Había ayudado a desertar a varios miembros del batallón Numancia, había enviado armas, periódicos y recursos a los patriotas de los Llanos, y había suministrado información sobre los movimientos de las tropas españolas. Estaba envuelta en la fuga de la cárcel de los Almeyda.
¿Cuándo la pusieron presa?
Cuando Alejo intentaba fugarse con otros compañeros al Casanare. Ese hecho permitió mi captura, pues Sabaraín tenía una lista de nombres de realistas y de patriotas que yo le había entregado. Hasta ese momento, había podido pasar inadvertida y me movía con libertad por la ciudad.
¿Quién la capturó?
El (hp) sargento Iglesias fue comisionado para encontrarme y arrestarme. Me detuvo junto a Bibiano en la casa de Andrea Ricaurte y Lozano. Inmediatamente, me metieron en el calabozo del Colegio Mayor del Rosario. Un consejo de guerra me condenó a muerte el 10 de noviembre de 1817, junto con Sabaraín y otros patriotas. El 14 de noviembre me fusilaron.
¿Qué le dieron antes de morir?
Un soldado me ofreció un vaso de vino.
¿Qué fue lo que gritó?
Pueblo de Santafé ¿cómo permites que muera una paisana vuestra e inocente? Muero por defender los derechos de mi patria. Dios Eterno, ved esta justicia.
¿Cómo le gusta que la recuerden?
Como una mujer convencida de mis ideales y por mi coraje. Como una mujer valiente y entusiasta por la libertad, que me sacrifiqué para adquirir con qué obsequiar a los desgraciados patriotas. Como una mujer que no pensaba ni hablaba de otra cosa que de venganza y restablecimiento de la patria.
¿A qué horas ocurrió el fusilamiento?
A las 9:00 de la mañana. Marché con dos sacerdotes al lado y me detuve para expresar mis pensamientos. En vez de repetir lo que decían los religiosos, no hice sino maldecir a los españoles y encarecer mi venganza.
Al salir a la plaza y ver al pueblo reunido para presenciar su fusilamiento ¿qué sintió?
Grité la valentía de morir por la libertad de la patria. Al subir al banquillo, se me ordenó ponerme de espaldas, porque debía morir así por traidora. Solicité morir de rodillas, por considerar que era una posición más digna de una mujer.
¿Por qué no la colgaron?
Mi cuerpo no fue expuesto en las calles, como el de los compañeros fusilados, por ser mujer. Mis hermanos sacerdotes lo reclamaron y me sepultaron en la iglesia del convento de San Agustín.
Usted no fue la única mujer asesinada en esa época de barbarie…
No. Recuerde a Rosa Zarate de Peña, fusilada en Tumaco; Mercedes Abrego de Reyes, decapitada en Cúcuta, ambas en 1813; Carlota Armero, en Mariquita, en 1816, y Antonia Santos, en Socorro, fusilada días antes del triunfo de Boyacá, y otras 150 perseguidas por Pablo Murillo.
Artículo adaptado del publicado por ENcontrARTE – Aporrea.org
RAFAEL ANTONIO PABÓN