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La afición comienza a alejarse del General Santander, por los malos resultados del Cúcuta Deportivo, sobre todo en calidad de local. /Foto: Revista www.contraluzcucuta.co

FÚTBOL DE SEGUNDA. “Hasta cuándo nos tocará esta paridera”: aficionado

CÚCUTA.- “Cuando uno está de malas no puede estar de buenas”. La sentencia la dijo ‘Pancredi’ en una noche de cervezas y bolas criollas. Hoy se aplica al pie de la letra al Cúcuta Deportivo, luego de perder (1-2) contra Chicó (Boyacá). El marcador es reflejo de lo vivido en el campo de juego, no porque la visita haya sido más, sino porque el local no fue mucho.

Jugada del segundo tiempo. Lucas (10) recibe el balón en borde del área y con un toque sutil lo deja servido para que Agudelo (32) la empuje al fondo de la red. La mala suerte hace de las suyas y el esférico se estrelló, caprichosamente, contra el tubo. El rebote sirvió de contragolpe, Balanta se tiró a la piscina y penalti.

El encuentro comenzó con ese sol que arde en las tardes cucuteñas y ese calor que pone a sudar a cualquiera. El ambiente futbolero se sintió en buena parte de los graderíos con Norte desocupado. Ese es el premio a la indisciplina, más la multa en pesos. A pesar de ese castigo, algunos aficionados tentados por los deseos de enturbiar la imagen del General Santander lanzaron guijarros al línea de Oriental. Ojalá en el informe no figure esa agresión.

En esta ocasión el capitán Agudelo escogió jugar el primer tiempo de Norte a Sur, como en los viejos tiempos. La cábala comenzó a dar frutos. A los 7 minutos, centro desde la derecha, entrevero en el área de Caicedo y López aprovechó para abrir el marcador. 1 – 0. El autor corrió a Oriental a recibir el saludo y el reconocimiento de los asistentes. Obando, predeterminador de la jugada, encontró en los brazos de Aquivaldo Mosquera la gratificación por enviar el esférico en busca del goleador. La escena se vivió en Occidental y duró largos segundos.

Como de costumbre, la alegría se paseó por las tribunas y contagió a los hinchas, que van al estadio con cualquier modelo de la camiseta rojinegra, no importan la versión, ni el año, interesa vestir esos colores que los motivan a dejar trabajo, familia y amigos para asistir al ritual que se prepara en el templo del balompié motilón.

En la cancha continuaron las acciones. Toques de acá para allá, devoluciones sin sentido, malas entregas, desazón entre los presentes, que no criticaban porque estaban anestesiados con el triunfo parcial. Comenzaban a hacer cuentas y a mover la clasificación para poner al cuadro fronterizo casillas arriba.

Las barras, nuevas y viejas, llevan el trapo distintivo y lo exhiben como bandera de guerra para demostrar que en el terreno la batalla no será fácil. Estos símbolos, acompañados por los cánticos, casi que amedrantan al visitante. Pero en este caso no ocurrió así y los ajedrezados acortaron la dicha. “Diez minutos, no más, nos duró la erizada”, dijo a manera de resumen la comadre, fiel seguidora del once cucuteño.

Para algunos aficionados es mejor el espectáculo de las porristas que del once motilón.

Los fronterizos se adormilaron en el minuto 17. El balón paseó tranquilo por las 5,50 hasta tropezar con el pie de Plazas, que sin mayor esfuerzo lo envió al fondo de la portería de Mastrolia. 1 – 1. La sonrisa se borró de algunos rostros masculinos y las dos cervezas consumidas comenzaron a hacer efecto en las mentes femeninas.

De los halagos se dio el bote a los insultos, la euforia se transformó en desespero, las palabras alentadoras pasaron al grupo de los agravios y del puesto tal, el Cúcuta bajó al tal otro. Inconformismo. Gritos. Groserías. Discusiones. Improperios. El rojo y el negro comenzaban a desteñirse en el aire cucuteño.

Lucas aprovechó los últimos minutos de la primera parte para hacer los ejercicios precompetitivos que le exigieron. Fue al camerino y regresó a cambio de Cortés. Hubo beneplácito por la incursión del diez. Ahora sí habría ideas en el medio campo, desequilibrio en la parte superior y llegada de gol.

Nada de eso ocurrió. Solo chispazos del argentino que no ha sabido ganarse el puesto con juego, con liderazgo, con determinación al pisar el césped, con ganas de mostrarse y encabezar al equipo. Dos pases largos y a transitar por la cancha. Rescatable el que desperdició Agudelo.

Minuto 77. La debacle. Penalti. Al juez le importó poco la atronadora madreada que le metieron de Sur a Oriente y a Occidente. Y la discusión, hubo falta o no. Mastrolia para su lado derecho y el balón entró por el centro del arco. 2 – 1.

En el gramado los motilones arrastraban la derrota. Los boyacenses hacían patrañas para que el tiempo corriera sin que les llegara el peligro. Esas jugadas y berrietas sin sentido, que afean el espectáculo, son una demostración de la falta de madurez profesional por parte de los futbolistas. Ahí demuestran que son de ‘segunda’.

En occidental, un enjambre de golondrinas anunciaba la llegada de la tormenta. El árbitro central marco el final del partido y la premonición marcada por las aves no se hizo esperar. Se escuchó al unísono el malestar de la afición. “Fuera, Aquivaldo, Fuera. Fuera, Aquivaldo, Fuera”. Los directivos tienen la palabra.

Para colmo de males, expulsados, en las postrimerías del encuentro, Lucas Ríos (90 + 3) y Obando (90 + 7). La máxima de ‘Pancredi’ recobró validez, así el partido de esta tarde hubiera sido de fútbol y no de bolas criollas. “Hasta cuándo nos tocará esta paridera”, se lamentó el aficionado, mientras descendía por las escaleras, cabizbajo y arrastrando la desilusión.

RAFAEL ANTONIO PABÓN

rafaelpabon58@hotmail.com

Sobre Rafael Antonio Pabón

Nací en Arboledas (Norte de Santander - Colombia), educado y formado como periodista en la Universidad de la Sabana (Bogotá), gustoso de leer crónicas y amante de escribir este género periodístico, docente en la Universidad de Pamplona (Colombia) y seguidor incansable del Cúcuta Deportivo.

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