Y llegó el día de la final del Mundial Sub-20 Colombia 2011, que capturó la atención de millones de aficionados en el mundo. En las afueras del Nemesio Camacho ‘El Campín’ la fiesta se prendió temprano. Los sombreros mexicanos, las banderas de Francia y Portugal, y la samba brasilera animaron a quienes llegamos puntuales a la cita para no perdernos detalles de la última jornada del primer campeonato mundial de fútbol (y ojalá no el último) organizado en el país.
El clima capitalino no colaboró mucho para el compromiso entre mexicanos y franceses por el tercer puesto de la competición. No obstante, supimos sortear las dificultades que la lluvia nos causó y ser activos espectadores del duelo. Gritos de ánimo a los galos dejaron ver el favoritismo de los europeos en las tribunas y los abucheos al arquero mexicano reflejaron el resentimiento proveniente del partido en el que los manitos dejaron en el camino a nuestra tricolor.
Francia empezó ganando el encuentro. En el minuto 8, anotó Lacazette. Pronto el curso del partido tomó otro rumbo. La aguerrida y técnica selección mexicana consiguió el empate 4 minutos más tarde. Ulises Dávila con potente remate, venció al portero francés, que no pudo contener el balón. Así terminó la primera parte del compromiso, con algunas dificultades para los dos equipos debido al terreno húmedo y a la imprecisión en el juego.
En la segunda parte, México fue superior. Se puso arriba en el marcador en el minuto 49. Enríquez empujó el balón al fondo de la red con la cabeza luego de una jugada de pelota quieta. La tercera anotación para los mexicanos llegó en el minuto 71, también de cabeza. Rivera, tras un tiro de esquina, definió el partido y le dio a su equipo la gloria de subir al podio para recibir el reconocimiento por ser los mejores terceros en la categoría.
ESPECTÁCULO DE DESPEDIDA
Una vez terminado el compromiso, se escuchó en los altoparlantes del recinto la recomendación de no abandonar los asientos, pues la ceremonia de clausura empezaría en breves instantes. De igual manera, apareció en la pantalla del Nemesio el mensaje tanto en español como en inglés. Ese fue el abrebocas al espectáculo que estábamos a punto de vivir y observar. Vinieron así los preparativos, los que nunca vemos desde la casa.
Un montaje como el presenciado requiere organización y sincronización. Saltaron al terreno varias personas para señalar sobre el gramado las ubicaciones que debían ocupar los artistas en la presentación. Otros, hicieron rodar las plataformas que soportaban el sistema de sonido puesto estratégicamente alrededor del campo de juego. Además, el equipo necesario para los vuelos controlados de personas y objetos terminó de instalarse. Las muñecas de tres metros también se ubicaron sobre el escenario. La luna se inflaba lentamente, esperando la señal para elevarse y, finalmente, la intensidad de las luces de El Campín disminuyó para que las 15 toneladas de luces especiales para este tipo de espectáculos entraran en escena.
Debo decir que fue un momento emocionante cuando los artistas de la Organización del Festival de Teatro Iberoamericano dieron inicio al espectáculo de clausura. ¡Definitivamente nos lucimos! Por fortuna, logramos reivindicarnos tras el fracaso de la ceremonia de apertura en Barranquilla y esa oportunidad fallida para mostrarle al mundo la creatividad y la belleza de nuestro país.
Todo estuvo perfectamente dispuesto sobre el escenario: la tarima, las imágenes en 3D, el batallón de soldados y las figuras a las que dieron vida, los tambores y los percusionistas, ChocQuibTown y para el cierre los vistosos y magníficos fuegos pirotécnicos que salieron del techo del estadio. La alegría en las tribunas se juntó con tan profesional ceremonia de clausura, digna despedida al Mundial que puso a vibrar al país durante 23 días.
DUELO ENTRE PARIENTES
Las luces del estadio se encendieron de nuevo para dar paso al partido final del certamen, el tan esperado duelo entre brasileros y portugueses, un partido emocionante de principio a fin, en el que la técnica y el buen fútbol de ambos equipos no se hicieron esperar.
El marcador lo abrió Brasil. Al minuto 4, Óscar, el héroe de la noche, anotó de tiro libro dejando quietos a los portugueses, incluido el arquero, que perdió el invicto de 575 minutos.
Los lusos se recuperaron de tal golpe anímico y al minuto 8 lograron el empate. Alex aprovechó el error del rival y concretó la jugada iniciada por Oliveira por la banda derecha.
Los minutos trascurrieron, la intensidad del encuentro disminuyó y así terminó la primera parte del compromiso. Al iniciar los segundos 45 minutos, Portugal se mostró incisivo y aumentó el marcador. Oliveira atacó por derecha, le ganó al lateral en la carrera hacia el arco rival y tras un remate cruzado y el error del guardameta brasilero puso de pie a los aficionados presentes en el Nemesio para aplaudir la hazaña.
Al minuto 78, Dudú burló a un adversario y disparó al arco. Mika dio el rebote y le puso en bandeja de plata la pelota a Óscar para que concretara el empate del encuentro, para obligar así al alargue.
A los 6 minutos del segundo tiempo extra apareció una vez más Óscar para soltar un majestuoso remate desde la derecha y convertir el gol del Campeonato Mundial. El pitido final prendió la fiesta en El Campín. los brasileros celebraron sin parar y los portugueses lamentaron con lágrimas los errores cometidos.
Seguidamente, vino la sobria y organizada ceremonia de premiación. Finalmente, el tan esperado momento: Bruno Uvini, capitán de los verde amárelos levantó la Copa entregada por Joseph Blatter y Juan Manuel Santos. Estalló en júbilo el podio y el papelillo picado animó la fiesta. La vuelta olímpica fue emocionante. Cerca de las tribunas el equipo brasilero y los dirigentes saludaron al excepcional público que con aplausos y cámaras en mano se deleitaron al ritmo de samba.
Esta fue la final de nuestra fiesta. Una fastuosa fiesta que dejó un positivo balance. Volvimos a los estadios en familia y sin mallas que dificultaran la visibilidad del campo de juego. Los asistentes a los estadios respetaron por igual a todos y cada uno de los equipos participantes. Durante los actos protocolarios estuvimos de pie y en silencio demostrando respeto por los himnos. Nadie se fue sin ser aplaudido. Hubo derroche de amabilidad y organización de principio a fin.
Definitivamente, la actitud de quienes llenamos las tribunas durante el campeonato fue otra. Así lo manifestaron periodistas provenientes de diferentes partes del mundo, porque nunca se imaginaron que en Colombia el fútbol se viviera de esta manera y la gente fuera tan gentil. Las remodelaciones en los estadios dejaron de igual manera escenarios aptos para la organización de certámenes de esta magnitud en años venideros, sin olvidar que este avance logrado debe cultivarse y fortalecerse.
El sueño de albergar un Campeonato Mundial de Fútbol se hizo realidad y aunque la culminación produce tristeza, por fortuna llegará en menos de una semana la alegría de la liga profesional para continuar haciendo vibrar a este lindo país que respira fútbol y vive el deporte más lindo del mundo con pasión y emoción.
LILIANA PABÓN DUARTE
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