CÚCUTA.- El Niño Jesús madrugó en el asentamiento María Teresa, al occidente de Cúcuta, y les llevó a los niños alegría, diversión, regalos, refrescos y arroz con pollo. La visita comenzó a las 9:00 de la mañana y se prolongó hasta la 1:00 de la tarde.
La patrullera Ana Milena, vestida con uniforme de la Policía, pintó en el rostro de los niños el tricolor colombiano y la inicial del nombre de cada uno. Los pequeños hicieron fila para tener ese recuerdo y conservarlo por siempre.
La animadora Yaneth ayudó en la tarea de marcarles las mejillas y hacerlos lucir partícipes de la fiesta, que incluyó el brinquis plástico, en el que pasaron minutos divertidos. Saltaron, gozaron y disfrutaron al máximo ese ratico que les permitieron.
Los adultos miraban con placer a los niños y se contagiaron con la música infantil que despachaba la miniteca. Cánticos con mensajes y alegorías a las rondas que ponen a bailar a grandes y chicos.
Jorge, Ramiro, Wilson y Yeison pasaron la mañana entre risas y afanes por tener en las manos el regalo que les llevaban los organizadores de la fiesta. En un cuarto de madera, empacados en bolsas plásticas, se guardaban los bluyines para los varones y los vestidos para las hembras.
La ropa la donó una fábrica cucuteña. “Se confeccionaron especialmente para los niños. No son sobrantes ni retazos”, explicó la comunicadora social Geraldine Quintero, coordinadora de la actividad prenavideña.
Mickey y Tacha, personajes de la televisión, acompañaron a los niños, posaron a su lado, les dieron la mano y les permitieron que los tocaran. Era la oportunidad para estar al lado a los ídolos de la pantalla chica y pasar juntos momentos alegres.
La recompensa para los grandes, por estar al lado de los pequeños de la casa, fue un mercado. Las bolsas con los productos alimenticios, también, fueron donados para darles a las familias favorecidas la oportunidad de cambiar, por varios días, la dieta.
En este sector cucuteño llama la atención una característica física de los niños. Los ojos son azules, verdes o de color de miel. Los papás creen que se debe a la procedencia de la provincia de Ocaña.
El asentamiento, en general, acusa pobreza. Las ‘casas’ con ranchos armados con tablas y con techo de cinc. O cuatro estacas rodeadas por plásticos verdes para tapar la entrada de los rayos solares y del viento.
Desde lo alto del cerro, el reparto de los hogares asemeja un pesebre. Las casitas guardan uniformidad y los habitantes traspiran humildad y sencillez.
RAFAEL ANTONIO PABÓN
Fotos: MARIO CAICEDO