El paro nacional ha sido un gran éxito del país, harto de la guerra, de un gobierno necio, sin rumbo, excluyente, que ni siquiera satisface plenamente a su partido, el Puro Centro Democrático, inspirado en el odio a la crítica social y política, y que pretende imponernos el paquetazo de los grupos financieros que profundizaría la enorme brecha social entre los colombianos.
La situación apocalíptica que anunciara la extrema derecha no llegó. Lo que está ocurriendo es la génesis de un movimiento social que se dispone a usar la protesta pacífica para exigir un cambio de rumbo en materia económica y social, el respeto a la movilización, a la vida y que no le sigan amarrando conejo a la paz. Con el presidente Santos se suscribió el acuerdo de paz y este gobierno está cumpliendo la promesa de volverlo trizas. Vamos por el camino del desastre social y de la guerra.
El paro ha sido un éxito. Los desmanes son responsabilidad del comportamiento abusivo de integrantes de la Fuerza Pública y sin lugar a dudas de vándalos contratados para deslegitimar la protesta y reprimirla. Hay suficientes evidencias que vinculan a fuerzas policiales a crímenes de manifestantes. Donde la Fuerza Pública ha sido respetuosa de la movilización no se han dado hechos violentos.
Lo más concluyente es que el llamado Estado de opinión fundado en mentiras y manipulaciones sicológicas se cayó y está surgiendo una opinión pública real, crítica, con suficiente conciencia de las políticas que están promoviendo estas élites neoliberales y reconociendo el sentido estratégico de la movilización social.
Esta jornada de paro de este 21N es el acontecimiento político más importante de este año, supera a la jornada electoral del 27 de octubre. Es más, es una alerta para gobernadores, alcaldes y diputados electos de que el poder constituyente gana cada vez más incidencia y está dispuesto a intervenir en política cuando no es interpretado en sus aspiraciones.
La jornada del 21N cerró con un cacerolazo que surgió de pronto como rechazo a las acciones violentas y se extendió a varias ciudades y regiones, y se pondría de moda en el país si el presidente Duque sigue enviando mensajes equivocados y tomando decisiones por encima de la voluntad de lo que llamaba Jorge Eliécer Gaitán el país nacional.
De verdad que esperábamos del presidente Duque un mensaje más responsable y coherente. Dijo que estaba oyendo al país, que hubo vandalismo, negando con ello la responsabilidad de su Fuerza Pública y de grupos de vándalos de extrema derecha. Habló de un Estado fuerte que en realidad es la justificación de la violencia oficial. Y no es precisamente lo que el país quería escuchar del Gobierno, por ello la indignación creció y la disposición de paro se mantiene.
La movilización social en Colombia ocurre en un contexto latinoamericano de protestas masivas contra las políticas neoliberales que incluyen la violencia como parte del paquetazo para imponerse a la fuerza contra la voluntad de los pueblos. El paquetazo de Duque, es el mismo que ha generado polarización, movilización y violencia en Chile, el que imponen con golpes de Estado en Brasil, Paraguay, Bolivia y que agita a otros pueblos del continente.
Al paquetazo de Duque hay que cerrarle el paso sin vacilación. Es el momento de promover desde la movilización social un gran diálogo nacional y un pacto desde la pluralidad por la paz, por la vida y por soluciones estructurales que den respuesta al sentido clamor nacional. La movilización debe hacerse eco no solo en las calles, sino en otros escenarios como el Congreso de la República.
Lo que está en crisis no es solo el Gobierno, es un modo de gobernar y una política excluyente, nefasta, que hace aguas la esperanza nacional. Se demostró que la violencia en las marchas tampoco es necesaria para expresar el descontento popular. Señor presidente Duque, escuche de verdad a esa Colombia profunda que despierta y se levanta. Corrija el rumbo. No vamos a seguir viéndonos a los pies, seguiremos marchando por la paz, la vida y nuestros sueños de país.
RUBÉN ZAMORA