En nuestra lista imaginaria de quehaceres como padres no deben faltar los paseos familiares si queremos proveerle una experiencia completa y saludable a la vida de nuestros hijos. Esta es una de las razones por las que los invito a que el fin de semana nos vayamos de paseo a El Tarra. Etimológicamente, Tarra es un vocablo motilón que significa “encerrado entre ríos, lugar de defensa”.
Uno de los aspectos físicos de mayor valor de este municipio es la riqueza hídrica. Su territorio lo atraviesa de occidente a oriente el caudaloso río Catatumbo. En la parte sur-oeste nace el río Tarra, que pasa por el valle por donde está la cabecera municipal y que desemboca en el Catatumbo. Por el costado oriental lo recorre el río Orú, de menor importancia. En estos tres ríos desemboca gran cantidad de quebradas, convirtiéndolo en un lugar de incalculable valor ambiental.
El Tarra se formó de un proceso colonizador que inició, entre 1937 y 1939, cuando las compañías encargadas de la explotación petrolera, Colpet y Sagoc, iniciaron la construcción del oleoducto. Durante esa época, en Bellavista se estableció una zona de bombeo y años más tarde la base del Ejército.
Al terminar el auge de las petroleras, empezó a llegar gente de todas las regiones del país, pero el clima y otros factores hicieron que varios murieran en la zona. Avanzada la primera mitad del siglo XX, llegó otro grupo de colonizadores encabezados por Manuel Antonio Díaz. Atraídos por la riqueza forestal y la abundancia de fauna y flora se establecieron en el territorio, que desde el 26 de noviembre de 1990, mediante la Ordenanza 4, se erigió como municipio.
Uno de los múltiples problemas que tienen los habitantes de este municipio es el mal estado de las vías de comunicación. Para acceder a la cabecera se tienen dos opciones, Convención – El Tarra (98 kilómetros), o El Tarra – Tibú (40 kilómetros). Las carreteras secundarias, entre las que están Orú – Filo Gringo (10 kilómetros); Filo Gringo – El Tarra (28 kilómetros) y El Tarra – San Miguel (20 kilómetros) acusan deterioro y el transporte de pasajeros es ofrecido por particulares en camiones y camionetas.
El río se ha constituido en importante arteria de comunicación, pero le falta organización.
El parque principal de El Tarra y la Casa de la Cultura llevan el nombre de Monseñor Horacio Olave Velandia, tercer Obispo de Tibú, quien falleció en un accidente aéreo. El gentilicio de los nacidos en este pedazo de tierra es tarrense, y como dice una de las estrofas del himno, escrito por Ernesto Pabón:
El paisaje que da su hermosura
y el progreso que surge candente,
inmensa tierra de la agricultura
despensa grande que tiene la gente.
La Casa de la Cultura forma las nuevas generaciones de tarrenses, caracterizados por el amor por su tierra natal y el respeto por los mayores, la familia y la amistad.
El río Catatumbo tiene 32 kilómetros navegables, sirve para la comunicación entre 15 veredas, facilita la pesca artesanal y es un importante renglón de la economía familiar tarrense. En los últimos años, la pesca en estanques se ha convertido en motor de la economía municipal y de sustento a numerosas familias que tienen en la cría de bocachico, cachama y mojarra el sustento.
El Tarra, como lo señalan los colores de la bandera municipal (azul y verde), tiene en los ríos que la bañan y en la selva que la rodea el futuro de los habitantes.
Esperamos que visiten a El Tarra y que nos sigan acompañando con estos paseos por tierras nortesantandereanas, porque… ¡Nadie ama lo que no conoce!
MABEL ROCÍO LOZANO