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CRÓNICA. Fútbol aficionado, hijos jugadores y padres que hacen de técnicos

CÚCUTA.- La capital de Norte de Santander se caracteriza por ser una de las ciudades del país  con más pasión por  el fútbol. Desde cuando en 1950, el Cúcuta Deportivo jugó por primera vez en un campeonato profesional, el equipo ha influido para que los cucuteños  tengan un sentimiento especial por este deporte.

En las canchas de la ciudad es normal ver a niños y adultos en disputa de campeonatos que llaman la atención de transeúntes y habitantes de los sectores aledaños. En la Ciudadela Juan Atalaya hay 25 campos deportivos en los que  juegan las diferentes categorías, que van de las infantiles a las mayores. Mientras los pequeños  lo hacen para alimentar un sueño, los adultos lo practican por mantener el estado físico y porque les gusta.

Algunas de las canchas son de tierra y varias  tienen mallas al alrededor para evitar que el balón salga del perímetro del terreno y ocasione accidentes. Sin duda,  los partidos que más espectadores  atraen son los de los niños hasta 11 años. Las nuevas generaciones buscan ser el futuro para el deporte nortesantandereano.

En Atalaya los escenarios utilizados para estos encuentros son las ubicadas en  los extremos de la autopista principal y tienen sugestivos nombres. La Bombonera, 20 de Julio, Rojo y Negro, La Unión, El Balón, son entre otros, los campos en los que se practica esta disciplina.

Por lo general, los juegos en la categoría infantil son los sábados. El primer partido empieza a las 7:00 de la mañana y continúan durante todo el día. No importa la hora. Los padres de familia sacan tiempo para acompañar a los hijos y gozan con el juego más que los herederos.

Al empezar los partidos siempre hay un calentamiento previo, mientras el técnico acomoda los carnets de los pequeños jugadores. Estos futbolistas anhelan ser llamados para iniciar el juego. Elegido  el equipo, se espera el pitido inicial para que las pequeñas estrellas demuestren el talento que tienen por explotar.

En estos encuentros se observan en los equipos a más de un técnico. Los papás de los jugadores se meten en el papel de entrenadores y gritan desde la línea lateral con el fin que el grupo consiga el triunfo.

En este deporte es normal el rose con el otro jugador. A veces ocurren golpes  que pueden  hacer daño a la integridad de los futbolistas, en muchas ocasiones sin intención. Cuando esto ocurre no falta el padre de familia que corre con el kit de primeros auxilios, porque se cree  el quinesiólogo del equipo.

Por fuera de la cancha siempre hay un hombre en triciclo.  Es el encargado de vender el agua para hidratar a los jugadores. Tampoco faltan las ventas de pasteles y de limonada. Los espectadores, que los hay de diversos estilos y formas, son los encargados de gritar los goles de los pequeños futbolistas.

Andrés,  padre de uno de los jugadores de esta categoría infantil, expresó que ver jugar al niño se ha convertido en el programa ideal para los padres de familia. La comunicación previa les permite  saber con antelación en qué canchas son los juegos. Lo más importante para los padres es ver la participación y la seriedad que les ponen a los partidos  los niños, sin importar si ganan o pierden. Se enorgullecen cuando los hijos marcan goles.

Los protagonistas en el tercer tiempo son los papás y las mamás. Al terminar los encuentros se reúnen en las zonas aledañas de las canchas para discutir sobre el partido, y tomarse una cerveza para celebrar o para repasar las jugadas y evitar que dentro de ocho días se cometan esos errores.

La unión en las actividades deportivas es  fuerte y crea un ambiente familiar. Todos aportan ideas con el fin de fortalecer el plantel. En ocasiones programan viajes a pueblos o ciudades cercanas para acrecentar la integración.

Carolina, habitante de Juan Atalaya y madre de un niño futbolista,  asiste a los enfrentamientos a pesar de que el hijo creció y no está en esta categoría. Va a estos juegos, porque le recuerdan el grupo del equipo al que perteneció y las experiencias vividas, las derrotas, los triunfos y los empates.

Una de las anécdotas que recordó Carolina fue cuando su hijo jugaba como defensa y anotó el gol que coronó al equipo campeón del torneo. En el rostro se reflejó la satisfacción y el orgullo de madre de un triunfador. En esas canchas de fútbol, como en las demás repartidas en las 10 comunas de Cúcuta, los pequeños jugadores se llenan de ambiciones y  de valores para el futuro  que comenzará en los próximos 90 minutos.

CAMILO SÁNCHEZ

Estudiante de Comunicación Social

Universidad de Pamplona

Campus Villa del Rosario

Foto: Especial para www.contraluzcucuta.co

 

 

Sobre Rafael Antonio Pabón

Nací en Arboledas (Norte de Santander - Colombia), educado y formado como periodista en la Universidad de la Sabana (Bogotá), gustoso de leer crónicas y amante de escribir este género periodístico, docente en la Universidad de Pamplona (Colombia) y seguidor incansable del Cúcuta Deportivo.

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