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Todas las desapariciones no son iguales, pero duelen de la misma manera. / Fotos: contraluzcucuta

CONVERSACIONES DE ENTRE CASA. Todos los desaparecidos nos duelen, Yadira Rodríguez

CÚCUTA.- “Mi madre falleció el 25 de marzo, se fue con la esperanza de saber dónde estaba su hijo”. Es el comienzo del trágico y doloroso relato de una mujer que busca, afanosamente, a su hermano para cumplirle la promesa hecha en la tumba de encontrarlo así le flaqueen las fuerzas o la naturaleza o los humanos quieran impedirlo.

Rememorar los últimos años de la madre y devolverse a la vida compartida con Yonni Edilberto le llenan los ojos de lágrimas y le atragantan las palabras. La mirada de Yadira Rodríguez se pierde hacia un punto lejano en busca de esas respuestas que las autoridades judiciales no han podido darle. La espera continúa.

Primero de diciembre de 2013. El Tarra. Desde entonces se borró la huella de este hombre que viajó, en mayo, a ese municipio de Norte de Santander en busca de la seguridad económica que en la ciudad no encontró. Allá, sería administrador de una finca. El predio rural está en la vereda La Paz. Mantenía comunicación con la casa cada 15 o 30 días para dar parte de supervivencia.

  • Cada vez que le pagaban bajaba al pueblo y llamaba a mamá para decirle estoy bien, estoy trabajando, estoy juicioso.

En reuniones, protestas pacíficas, plantones y exhibiciones de fotografías alguien se acerca para darle una voz de esperanza y dice que lo ha visto. Unos, que en Filo Gringo; otros, en El Tarra. Hasta una razón le enviaron para que viajara. ¿Cierto? No se sabe. Lo verdadero es que la Fiscalía archivó el caso en el 2019, cinco años después de recibir la denuncia.

En el bolso guarda la franela blanca, estampada con la foto de Yonni y la fecha de la desaparición. En una carpeta lleva los documentos de la asociación que organizó con otras 29 mujeres buscadoras de sus familiares. En un cuaderno están los nombres de madres, esposas, hijas y hermanas que hacen parte de Asomub – Dejando Huellas.

A algunas las llaman por teléfono y les piden dinero para darles razón de ese ser querido que está perdido. Las intimidan con el envío de vídeos en los que se ve cómo descuartizan gente.

  • Son tan crueles que no se ponen en el dolor de nosotras. Son tan crueles que no les duele el dolor de una madre, de una hermana, de unos hijos, de una esposa. Es duro.

Los hombres, aunque no hacen parte de este grupo de víctimas, también están en el proceso de búsqueda. Los años y el tormento causado por no volver a ver al hijo los ha llevado a la muerte. Y después, nadie lidera esa tarea de encontrarlo.

  • Todas las desapariciones no son iguales, pero duelen de la misma manera.

La Asociación pretende que la búsqueda no sea individual, sino de manera solidaria. La idea no es encontrar uno, sino a los 33 desaparecidos (dos mujeres y 31 hombres). Las integrantes son de Tuluá (Valle), San Cristóbal (Venezuela), Riohacha (Guajira), San Cayetano y Cúcuta. Muchos han sido desaparecidos en La Parada (Villa del Rosario), El Escobal, barrio Santo Domingo, parque de San Rafael, El Zulia y Pedregal. Son de todos lados.

En ese querer encontrarlos han ido a cualquier lugar donde creen están. Estuvieron en los hornos (Juan Frío), dura experiencia. Hasta se han convertido en investigadoras y siguen cada huella que aparezca en el camino. Tampoco tienen seguridad acerca de los determinadores y los motivos de la desaparición.

El propósito planteado es que, si no las escuchan de manera individual, lo harán en grupo, como colectivo. Tocan puertas para darse a conocer y revelar que en Cúcuta hay desaparecidos.

Asomub tiene como logo el corazón pintado en amarillo, azul y rojo, colores que comparten Colombia y Venezuela. Dos huellas. Una grande, la de las buscadoras; una pequeña, los desaparecidos.

  • El corazón roto significa los tropiezos por los que hemos pasado. En el camino de la búsqueda se nos están quedando los primeros buscadores. Los que lideraron la búsqueda, no están.

A donde van les cierran las puertas y no son oídas. En ocasiones, hasta se burlan de ese dolor que manifiestan con lágrimas. Para afrontar esos desaires se consuelan entre sí y sirven de sicólogas. Escuchan los relatos, se aconsejan, trasnochan, se animan. Hablan de los casos.

Ahora, Yadira está segura de que no es una simple asociación, sino que es la otra familia en la que encuentran respaldo más allá de las paredes del hogar. Dulfay, María Isabel, Mery, Claudia, Olga, Ida Rosa, Marlene, Rosa, Ofelia, Edilia, Gloria, Socorro, Berenice, Beatriz, Carolina, Omaira, Nidya, Doris, Nancy y la lista continúa.

Objeto social de la Asociación:

  • Gestionar y exigir la garantía de los derechos a la verdad, justicia, reparación adecuada y garantías de no repetición de familiares y víctimas del atroz crimen de desaparición forzada.

Creyente en Dios. Yadira aprendió de su madre a rezar el rosario y al cuello lleva la camándula. Tiene la esperanza de ver cumplida la meta de hallar a los desaparecidos. Así sea como ‘buscar una aguja en un pajar’, “para Dios no hay nada imposible.

  • Con que encontremos uno, para nosotras es felicidad. Es como si encontráramos a nuestro desaparecido. Todos los desaparecidos nos duelen.

RAFAEL ANTONIO PABÓN

rafaelpabon58@hotmail.com

Sobre Rafael Antonio Pabón

Nací en Arboledas (Norte de Santander - Colombia), educado y formado como periodista en la Universidad de la Sabana (Bogotá), gustoso de leer crónicas y amante de escribir este género periodístico, docente en la Universidad de Pamplona (Colombia) y seguidor incansable del Cúcuta Deportivo.

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