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Me voy de Colombia y pasé casi 25 años fuera. Viví dos en Argentina, pensaba no volver. Aprendí orfebrería, estudié en la facultad. / Fotos: contraluzcucuta

CONVERSACIONES DE ENTRE CASA. Primero, artesano por rebeldía; ahora, por vocación

CÚCUTA.- La historia comenzó en la niñez. A los 12 años, dejó la escuela para ingresar al colegio y desde la Ciudadela Juan Atalaya hacía el recorrido hasta el Inem, en Guaimaral. La enseñanza media diversificada permitía a los alumnos pasar por talleres de música, cerámica, mecánica y electricidad. Ahí, comenzó a tomarles aprecio a las artes por el conocimiento adquirido en las aulas.

Hoy, Ricardo Villamizar, artesano de profesión y por vocación, devuelve el tiempo. En esos años escolares aprendió a hacer nudos y a tejer cinturones y bolsos. En la calle, los artesanos hacían pulseritas, que se comparaban con lo asimilado en el salón de clases. Y tomó la decisión que lo ha llevado a conocer ciudades y países. Decidió ser artesano.

La rebeldía de la adolescencia se sumó al deseo de viajar y explorar mundos. El estudio quedó relegado en la distancia. Volvía a tomar libros y cuadernos por épocas y los abandonaba porque sí. Los paisajes boyacenses y la imagen del nevado del Cocuy se grabaron en la mente, junto a los retratos que inspira la naturaleza.

Al fin, sin recordar el año, terminó secundaria. En medio de la formación personal permanecían las artes. Llegó 1996, año duro y aciago. Momento para tomar decisiones radicales. La cabellera larga simbolizaba la indocilidad del joven.

  • Me voy de Colombia y pasé casi 25 años fuera. Viví dos en Argentina, pensaba no volver. Aprendí orfebrería, estudié en la facultad.

El camino señalaba que debía cambiar de destino. La brújula le marcó Uruguay, ingresó a la Universidad Tecnológica para aprender de arte y joyería. Dejó ese país para desplazarse a Venezuela. Buscó refugio en Mérida, se conectó con el universo al apreciar la belleza de montañas y lagunas. Mantuvo el interés por el aprendizaje y en la Universidad de los Andes reforzó conocimientos en joyería.

En la correría pasó por Buenos Aires, San Pablo y Ciudad de México. Capitales que le encantaron por lo grandes, por lo desarrolladas y por el ambiente que traspiran. El refranero dice que el buen hijo regresa a casa. Ricardo volvió a Cúcuta. Cuando empacó maletas dejó un pueblo, al bajarse del bus y recorrer las calles vio que la patria chica, ahora, era una ciudad.

  • Abandoné a Cúcuta por la política y la inseguridad que se vivía en el país, en ese momento. Regresé y el país no ha cambiado. Seguimos con inseguridad y cada vez más violencia.

La experiencia ganada al vivir en el exterior le marcó el viraje hacia el cambio en el estilo de vida. Echó un vistazo al parque Los Fundadores, antiguo Telecom, y recordó que ahí, en ese terreno donde se levanta el centro comercial, funcionó la correccional de menores, la estación de policía y la sede del Cuerpo de Bomberos. Ahora, la estructura que se levanta es muestra del desarrollo que ha tenido la capital nortesantandereana.

En la década de 1990, por vender artesanías en la Avenida Cero, la policía los recogía y los llevaba presos. Los levantaban por ser peludos y por ser informales. Alza la mirada como queriendo encontrar la celda en la que en varias ocasiones pasó 24 horas detenido e incomunicado.

La vida le ha dado la revancha y ahora lo tiene como uno de los miembros del colectivo Corpafunor que ayuda a cuidar el parque, que en un momento se homologaba con otros sitios carentes de seguridad y ocupados por habitantes de calle. Cranearon un plan piloto para embellecer las partes verdes y lo llevaron al Palacio Municipal.

  • La primera lucha fue sacar al habitante de calle, al consumidor y al expendedor. Son luchas grandes, porque uno no es gobierno ni policía. Nos tocaron unos golpes fuertes por esas vivencias.

Hoy, la veintena de integrantes del colectivo tiene sentido de pertenencia por el lugar. No deja que nadie dañe una matera, por el contrario, la embellece. La recompensa es que familias llegan al microclima y se toman las fotos con el fondo del centro comercial o del otrora teatro de la esquina de la 10 con 0.

La felicidad de los transeúntes lo transforman y disfruta de lo que hace para aportarles ese ratico de alegría. Otros, preguntan precios de las maticas que cultiva y las llevan como recuerdo. En el mini vivero pueden encontrarse cactus, plantas propias del desierto y decorativas, chocolatas, frutales y muchas más.

  • Desde cuando empezó el impacto del microclima, todos los días vienen desde niños hasta abuelos y preguntan los nombres de las matas, cómo las cuida en casa. Se viven tradiciones y costumbres.

Cada miembro del colectivo tiene la responsabilidad de adoptar una matera. Algunos se han quedado en el cumplimiento. El compromiso es que a mediados de año el parque esté completo. La idea es que el ejemplo del microclima trascienda a los barrios y a otros parques que acusan abandono.

RAFAEL ANTONIO PABÓN

rafaelpabon58@hotmail.com

Sobre Rafael Antonio Pabón

Nací en Arboledas (Norte de Santander - Colombia), educado y formado como periodista en la Universidad de la Sabana (Bogotá), gustoso de leer crónicas y amante de escribir este género periodístico, docente en la Universidad de Pamplona (Colombia) y seguidor incansable del Cúcuta Deportivo.

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