CÚCUTA.- No es futbolista, no es amigo de Messi, no jugo en Barcelona, no camina como uruguayo, no habla como los nacidos en Montevideo, no es charrúa ni es dentudo. “Orgullosamente, soy nortesantandereano”. A pesar de esa defensa geográfica, “siempre me molestan por eso”. Y es que quienes le hacen bromas tienen razón, porque se llama Luis Suárez y tiene un emprendimiento de carne a la llanera en el barrio La Merced.
En el pasado no lejano condujo taxi por las calles de Cúcuta. Un día emprendió viaje para Cali, donde también estuvo al volante de un automóvil amarillo. Mientras prestaba el servicio público, complementó los ingresos con el expendio de café a domicilio. El aroma del grano gustaba a los pasajeros y se acostumbró tanto que pensó en un negocio.
Varios factores influyeron en la toma de la decisión que cambió el rumbo de la vida. Desde muchacho consume tinto, la familia tenía una finca en Ricaurte, en la frontera con Venezuela, en la que cultivaban café. Lo atrajo el proceso que conoció en la capital del Valle. Esos momentos se juntaron y montó la caseta en el Parque Nacional.
Ahí, tiene la tostadora, la máquina de moler y la greca. Elementos indispensables para preparar el café que los clientes toman a cualquier hora del día. La administración municipal, años atrás, le concedió el permiso y ahora tiene arreglada la jardinera de tal manera que los transeúntes noten la diferencia, se detengan y pidan tinto, capuchino, mocasino, carajillo, expreso, frapuchino, nevado, malteada, latte y lo que se les antoje.
En Cali se capacitó en preparación, con la Federación Nacional de Cafeteros. Hace la demostración del tinto y lo ofrece. Sale caliente, humeante y con sabor a región.
- Hay gente que le gusta, porque ve que realmente lo que va a consumir es café. Quiero garantizarle a la gente que se va a tomar un producto excelente.
Sobre el proceso del grano no conocía nada. De repente, le llegó la idea de construir una tostadora y se reunió con un vecino. Entre los dos trabajaron en el diseño hasta dar con la máquina pensada. En una lata de manteca crearon el prototipo. Este invento le costó lágrimas, porque el café se pasaba de cocción y se quemaba. Y a empezar de nuevo.
Hoy, el proveedor es un cultivador de Durania. Le traen el grano sin trillar y en Cúcuta lo somete a ese proceso. Otro, de El Zulia, lo trae trillado de Pan de Azúcar, Campo Alicia y otras veredas. Los mezcla, porque el duraniense es dulce y el zuliano amargo. Así, consigue la textura que ofrece a los compradores.
Al principio, quería que el negocio se llamara Motilón, pero le habían ganado de mano. Entonces, para no perder la identidad regional, lo bautizó Café El Norteño. El logotipo es el mapa de Norte de Santander.
- Desde el 2010, en Cúcuta. Hubo un tiempo en el que casi desaparezco. Cuando abrieron los puentes internacionales ingresaron los venezolanos y se le dañó el trabajo a mucha gente. Llegaron las tinteras, bonitas, y cualquiera las miraba, así el café no fuera de buen sabor.
En ese tiempo se le acabó el plante, el préstamo en el banco sufrió demoras y no fue capaz de pagar esa deuda. Poco a poco levantó cabeza apoyado en otro oficio y amortiguó el desbalance económico. Para ese negocio no hubo competencia venida del otro lado del río Táchira.
Tiene aprendido que en la vida no solo hay productos caros y baratos, también los hay buenos y malos. Todo tiene su precio y su diferencia. Eso para hacer referencia a la preferencia de los clientes por el café que vende. Llegan de distintos puntos de la ciudad, cercanos o lejanos, y concluye que si alguien se toma la molestia de buscarlo es por la calidad que ofrece.
Ese consumidor, en el recorrido, tropieza con infinidad de vendedores ambulantes y los esquiva.
- Acá, tengo el extracto del café preparado y lo diluyo con agua. A uno le gusta oscuro y a otro, clarito.
En un costado de la caseta está escrita la historia del café en Colombia. Y si un cliente quiere oírla en viva voz, pues Luis le recita el cuento desde el padre Romero, la penitencia a los pecadores y el cultivo en la región. No deja escapar el momento para echar culpas.
- Como la idiosincrasia de los nortesantandereanos es estar pendientes de los puentes de frontera, no tomamos nada como cultura. Todo lo dejamos ir.
Ahora, quiere alargar la idea que un día surgió y le ha dado frutos. Quiere darle arraigo a esa cultura que le pertenece a la región. Desea recopilar leyendas, imágenes y personajes alrededor del café y va más allá. Tiene la disposición, si lo dejan y se lo permiten, de aprovechar las jardineras para montar un parque temático, a escala. Serviría como atractivo turístico.
La prolongación de la caseta es el jeep que estaciona en la avenida sexta, entre calles 12 y 13. Hace parte de la cultura cafetera y de nuevo apela a la cultura, a los viajes de los arrieros, a las cargas sobre las mulas y a la aparición de este vehículo tosco y duro para el trabajo por caminos escarpados.
En la avenida 10 con calle 9, en el sector de las peleterías, abrió sucursal del jeep. Comenzó con bebidas frías, luego acondicionará la cafetera para ofrecer el servicio integral.
- Le damos la característica de tostado al café para que quede neutral al paladar. La mayoría de los colombianos tienen gusto por el café amargo, no gusta del suave.
RAFAEL ANTONIO PABÓN