CÚCUTA.- ¿Es posible juntar en un rectángulo de 50 centímetros por un metro a cuatro expresidentes? Alfonso López Michelsen, Ernesto Samper Pizano, Álvaro Uribe Vélez y Juan Manuel Santos están juntos, como si la política no los hubiera distanciado y hasta enemistado. La magia la lograron los fotógrafos, aunque de uno por uno.
En la mesa de centro del apartamento de Sixta Tulia Hernández Pérez están los registros de las visitas de los exmandatarios. Ella, sonriente, los atendió en ejercicio de su profesión como periodista. Diagonal al grupo está Rafael Bruno Bruno, vigilante, guardián. Cero celos, los políticos solo estuvieron de paso.
Hace 40 años, está mujer de hablar duro y carácter recio llegó a Cúcuta para vincularse a Radio San José. Venía de disfrutar las mieles de la burocracia en el ministerio de Comunicaciones, en Bogotá. Estar detrás del escritorio la aburrió y aceptó la propuesta de viajar a la capital de Norte de Santander. Y se vinculó a la emisora.
Sixta Tulia nació en Bogotá, a los tres meses la trajeron a San Antonio del Táchira (Venezuela), luego la pasaron para Cúcuta, estudió interna en Pamplona y fue reina de la belleza en Salazar. Es bachiller del Cardenal Sancha, profesional de la Universidad de la Sabana y amiga de Alberto Piedrahíta. Volvió a la ciudad cuando se cayó el bolívar, en febrero de 1983.
- En 1984, me fui a trabajar a Radio Punto, en Suspenso, con César Duarte y Aníbal Ortiz. A mediados de año conocí a Francisco Berrío, el alcalde, y le dije que me gustaría trabajar con él.
Reunía las condiciones y los requisitos para ser la jefe de prensa del gobierno municipal, pero había un inconveniente que podía hacerle perder esa oportunidad laboral. Sixta era liberal y el puesto estaba reservado para un conservador. La hoja de vida la salvó. Estuvo en el cargo hasta septiembre de 1986. Salió por cambio de gobierno.
Fumadora empedernida hasta cuando le ganó la pelea la laringitis y regaló cajetillas, encendedores y ceniceros. El consejo médico ayudó para la toma de la decisión. Y no volvió a tocar un cigarrillo en la vida. Así, cuidó la voz y la salud.
De esa experiencia en la Alcaldía guarda especial recuerdo de las relaciones con los colegas. A pesar de las peleas cotidianas, por cualquier motivo o sin razón, se la llevaba bien con los periodistas. Hasta ahora empezaban a llegar los comunicadores egresados de universidades. Comenzaba el relevo generacional y la transición del empirismo al profesional venido de facultades.
- Los viejos eran muy formales conmigo, casi todos eran buenos. Llegué y tenía la protección de Jaime Calderón y Cicerón Flórez. Era la época en la que en la radio los periodistas se decían de todo.
El trato con la fuente también fue de respeto. Tenía los números telefónicos de funcionarios, políticos, dirigentes y gobernantes. Se ganó la admiración de quienes debían proveer la información, la llamaban, le contaban infidencias y la nutrían de noticias. Había vuelto a la radio.
Un día, ingresó como contratista a La Opinión. No quería pertenecer a la nómina, por cuestiones económicas. El director la convenció y firmó como empleada del periódico. Ahí completó el ejercicio y cubrió diversos frentes. Incluso, en una ocasión actuó como enviada especial a Bochalema a cubrir un hecho judicial. Al final, se especializó en política y se codeaba con ediles, concejales, diputados y congresistas. ¿Preferencias?
- Siempre fui liberal. Nunca me he preguntado por qué fui redactora política. Me amañé más o se amañó el doctor. No sé. Me gustaba la controversia.
Si la hubieran puesto a escoger entre la emisora y el diario, la moneda habría caído parada. En los dos medios se sentía cómoda y, a veces, la chiva la entregaba escrita; luego, la comentaba en el noticiero.
Aclara que no quiere cuestionar a los jóvenes periodistas, aunque les manda una indirecta. Trataba de estar informada, saber a qué iba y de qué quería hablar con el personaje. Ese conocimiento lo adquiría por ser oyente de radio y lectora de periódicos.
En la lista de expresidentes entrevistados, está segura, aparecen todos desde Belisario Betancur hasta Santos. El mejor de los recuerdos es cuando ayudó a López Michelsen a deshacer la maleta en el cuarto del hotel mientras la Niña Ceci descansaba del viaje Bogotá – Cúcuta.
- De los alcaldes de Cúcuta me gustaba Margarita, porque era frentera. Siempre estuvo metida en política. Enrique Cuadros era mesurado y decente. Ninguno terminó haciendo lo que debían hacer.
Sixta Tulia hizo periodismo de calle, de búsqueda de información, de guerrear la noticia. ¿Cómo ve el periodismo de ahora?
- No lo veo. Que me perdonen los jóvenes, pero desde cuando llegó el teléfono celular y es utilizado para hacer periodismo, no se sabe quién es periodista.
¿Cómo ve a los egresados de programas de comunicación?
- Al principio, cuando empezaron a llegar, era feliz. De egresados hay algunos que se superaron, pero hay otros que se quedaron ahí. No trataron de salir.
Hace una década, quizás, está pensionada y ve los toros desde la acera de enfrente. No tiene el agite de las horas de emisión de noticiero o del cierre de páginas. Está dedicada a escribir libros por encargo. Tiene dos borradores de libros que algún día publicará. Uno, acerca de la política regional, desde el general Francisco de Paula Santander. Otro, de los presidentes nacidos en Norte de Santander.
- Como periodista fui a cubrir los hechos sin miedo.
RAFAEL ANTONIO PABÓN
rafaelpabon58@hotmail.com