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CÚCUTA.- Ángel Barajas es el personaje cucuteño de moda. Angélica Vivas es la madre cucuteña más feliz por estos días. Madre e hijo disfrutaron de las mieles que esparce el triunfo. Retoño y progenitora gozan con las bondades que brotan de la presea plateada ganada en París 2024. Los dos, cada uno por su lado, o uno junto al otro, no terminan de recibir homenajes y halagos por lo labrado a fuego olímpico.
El deportista aún se siente agotado, no ha descansado lo suficiente, pero sigue el trabajo en el gimnasio como si no hubiera estado en la capital francesa en representación de Colombia. Y como si no hubiera derrotado a los mejores gimnastas del mundo en barra fija.
- Sabía que venían muchas cosas, pero muchas me están agarrando por sorpresa. Es complicado manejar el entrenamiento y atender las entrevistas. Pero creo que es fruto del buen resultado.
Para los espectadores corrientes, el que los contendores cayeran de la barra o tropezaran al terminar la rutina, es insólito, increíble o inaudito. Ángel le bajó la temperatura a esa situación y la calificó como normal en el deporte. Tampoco sintió felicidad por la desgracia ajena. La justificación sencilla es que en el deporte todo puede pasar.
La humildad está a flor de piel. Terminados los homenajes oficiales madrugó como de costumbre y llegó al coliseo para continuar el trabajo como si no estuviera en los registros de los Juegos Olímpicos. La proyección está marcada, trabajar para llegar a Los Ángeles (2028) en equipo.
- Me pone feliz estar acá con mis compañeros, con quienes he crecido. Creo que soy ejemplo para ellos, de superación. Me gusta compartir y trabajar de nuevo.
Los compromisos no adquiridos, sino aparecidos de repente, fruto de la medalla, no le han permitido un espacio para hablar con los muchachos, contarles cómo es la experiencia olímpica, qué se siente lejos de casa, cómo lo tratan los rivales, cómo lo miran las extranjeras y más vivencias. Luego habrá
Tiempo para echar cuentos.
En pocos días llegará a la mayoría de edad. Cumplirá 18 años, sacará la cédula, decidirá en cuál de las universidades que le han ofrecido becas se matriculará y comenzará a pensar como adulto. De pronto, recorrerá el puente que llevará su nombre.
Todavía no me he relajado
Angélica Vivas se bajó del avión, procedente de París, y lo primero que notó es que el teléfono celular está a reventar por la cantidad de mensajes enviados para felicitarla por ser la madre del medallista olímpico Ángel Barajas. Honor que en Cúcuta solo ella puede exhibir.
Regresó a la ciudad contenta y feliz por lo alcanzado por su hijo. Y tiene la corazonada que vendrán más triunfos, más reconocimientos y más medallas, aunque no dijo el metal. No faltaron los agradecimientos para Dios y para Jairo Ruiz.
Rememora las medialunas de Ángel y, con sinceridad, dice que no pensó en el futuro deportivo del niño. Cuando le recomendaron que lo llevara al gimnasio no tenía idea de que la gimnasia era una disciplina y que podía dedicarse a eso. Llegó al Eustorgio Colmenares y se asombró con lo que vio.
- Escuchaba nombrar a Jossimar (Calvo) y lo que había logrado hasta ese momento. Pero nunca imaginé que Ángel fuera a llegar hasta donde está.
Tampoco se ha asimilado el triunfo. Todavía, en la noche, repasan cuadro a cuadro lo sucedido, piensan en ese momento, recuerdan la competencia, vuelven a la rutina y ven cómo los rivales caen uno a uno para dejarle expedito el camino a su hijo. Siguen masticándolo para disfrutarlo.
- Yo sentía muchos nervios. Pensé estar más tranquila, pero no, porque estaba compitiendo con los mejores del mundo.
Al escuchar los números y saber que traerían a Cúcuta la medalla de plata, Angélica abrió los canales lacrimales y lloró. Abrazó al hijo que la acompañaba, gritaron, corrieron y salvaron obstáculos materiales y humanos para presenciar la premiación.
- Consentirlo, no mucho. El trato va a ser igual. Le dije, a seguir trabajando, porque ahora le toca más duro para mantener el nivel. El sueño es la medalla por equipos.
RAFAEL ANTONIO PABÓN
