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Bogotá respondió y Colombia goleó

BOGOTÁ.- El día finalmente llegó. Bogotá estaba lista para ser testigo de la apertura de la Copa Mundial Juvenil con el partido entre  Corea y  Mali; además, del debut de la Selección Colombia contra  Francia. El ambiente futbolero empezó a vivirse en las calles capitalinas desde muy temprano, acentuado en los alrededores del estadio Nemesio Camacho El Campín, donde  la algarabía de la gente y el sonido de las vuvuzelas (o ‘vuzelas’ como las promocionaban algunos vendedores) eran evidentes. Tanto el sentimiento patriótico como el optimismo también se respiraban entre los informales y los potenciales espectadores que se preparaban para ingresar y presenciar un espectáculo sin precedentes. Las calles aledañas a El Campín, decoradas con banderas de los países participantes y sobre todo con adornos tricolores, fueron la antesala para la fiesta que se viviría en la tribuna.

La lluvia, acompañada de granizo, logró entorpecer el desarrollo normal de la jornada, pero no apagó la luz ni el espíritu vibrante de los miles de aficionados presentes en el recinto. A las 6:00 de la tarde, rodó la pelota para dar inicio al primer compromiso del día, luego de escuchar y leer en la pantalla del estadio las alineaciones de cada equipo (en inglés y español), presenciar la conocida ‘salida Fifa’ y atender de manera respetuosa los himnos nacionales de la República de Corea y de Mali.

En la tribuna baja Norte  40 coreanos  niños y adultos vestidos de rojo,  agitaban banderas para alentar a su equipo con gran algarabía y al son de los tambores que  portaban: ejemplo de  aguante y organización. Al menos tres banderas malienses se agitaron sin parar en diferentes localidades del Nemesio.

Nosotros, los colombianos, admirábamos la velocidad y la organización de los coreanos y a un Mali que tardó en acomodarse y funcionar correctamente como equipo. Los goles y los aplausos vendrían en la segunda mitad del encuentro, cuando Corea aprovechó un error de los africanos y abrió el marcador a los 47 minutos del compromiso. Luego, tras una falta en el área a su favor convirtió el penalti que le dio la victoria para ubicarse, parcialmente, como líder del grupo A con tres puntos y un buen debut.

Así, el momento esperado por todo un país se acercaba cada vez más. El grupo dirigido por Eduardo Lara saltó al terreno de juego entre aplausos, brincos, gritos de ánimo y emoción. El sonido de las vuvuzelas se apoderó de El Campín. Los jugadores saludaron a la tribuna e iniciaron el  calentamiento en el costado norte. De igual manera procedieron los franceses.

      

Seguidamente, el tan anhelado momento llegó. Los suplentes de cada equipo se ubicaron en la banca, los recogebolas ocuparon sus posiciones y el mismo ritual del partido previo se repetiría. Esta vez, con más aplausos y el himno nacional entonado con sentimiento y gran sentido de pertenencia. La fiesta oficialmente había comenzado.

Los primeros minutos del partido se tornaron emocionantes. Una aguerrida e incisiva selección Colombia empezaba a generar, además de opciones claras de gol, mucha ilusión. Sin embargo, vino el momento de amargura e impaciencia. Gilles Sunu anotó por Francia. Al minuto 21 del primer tiempo. y la tribuna quedó silenciada, sin entender lo que acababa de presenciar. Inició entonces la etapa de fuertes críticas por parte de los aficionados a mi alrededor e imagino por muchos más, relacionadas con la lentitud de nuestros jugadores y los espacios permitidos.

James Rodríguez reviviría la ilusión, al minuto 30, cuando anotó el penalti sancionado por el central tras una falta contra Santiago Arias. ¡Qué calidad James! Así, trascurrían los minutos del primer tiempo, con una Francia insistente y logró inquietar el arco colombiano un par de veces y una hinchada animada y con la fe intacta.

Durante el entretiempo ‘Bambuco, el guacamayo’, mascota oficial del certamen, haría acto de presencia para continuar acrecentando los ánimos. Organizó la ola humana desde la tribuna Oriental y logró que se propagara de manera vistosa y emotiva al resto de localidades del estadio. De esa manera iniciaría la segunda mitad del compromiso, con la convicción de presenciar un mejor desempeño de nuestra selección, que durante los primeros 45 minutos había batallado para ubicarse en la cancha y proponer un juego superior al del combinado francés.

Y apareció Michael Ortega, quien de taquito entregó el balón a Luis Fernando Muriel para que definiera de manera contundente y nos pusiera a vibrar de emoción dejando ver a una selección precisa y renovada. La lluvia, pero de goles, continuaría por cuenta de Arias y de nuevo Muriel, a pesar del penalti errado por Rodríguez a quien todos perdonamos.

Los fanáticos a mi alrededor tuvieron que retractarse de las fuertes críticas y como todos los presentes reconocer que hay con qué y se vale ilusionarse, porque este equipo de guerreros, con la contundencia y la entrega, hoy tienen al país soñando con levantar la copa del mundo.

En Bogotá el balance es positivo en todos los aspectos: la organización la logística, el compromiso de la hinchada, la actitud respetuosa, el reluciente y renovado Campín, junto con las condiciones del gramado a pesar de las dificultades meteorológicas, y, sobretodo, la categoría de nuestro combinado patrio que supo levantarse de un mal comienzo y mostrar de qué está hecho. Agradezco por brindarme tal emoción y un feliz regreso a casa, pues el sacrificio debido a la lluvia y las bajas temperaturas de la capital valieron la pena y cada minuto de espera.

El martes, volveremos a acudir a la cita programada para ese día. Con la camiseta tricolor, la cara pintada y la ilusión palpitando cuando abran la jornada Corea y Francia y la cierren Colombia y Malí.

LILIANA PABÓN DUARTE

Lilip87@hotmail.es

Especial para www.contraluz.co

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Sobre Rafael Antonio Pabón

Nací en Arboledas (Norte de Santander - Colombia), educado y formado como periodista en la Universidad de la Sabana (Bogotá), gustoso de leer crónicas y amante de escribir este género periodístico, docente en la Universidad de Pamplona (Colombia) y seguidor incansable del Cúcuta Deportivo.

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