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ARTE MANUAL. Discapacitados cucuteños pintan figuras alegres

CÚCUTA.- Los conductores que van por la calle 15A, en el barrio Caobos, al llegar a la avenida 3E se admiran al ver un cuerpo humano colorido, recostado al poste, y muchas figuras fosforescentes, puestas en el piso. Si mirara con mayor detenimiento descubrirían, al fondo, a Alba Luz Peñaranda, a María y a Jorge, mientras trabajan para darles vida a esos animales, floreros, materos y balones que despiertan la atención de los cucuteños.

Los tres son discapacitados y la sicóloga Amparo Acosta les ofreció ese espacio para que desarrollen las habilidades manuales para decorar objetos plásticos y de cerámica, barro, vidrio y cuero. Además de ellos, que permanecen en el local, otros cuatro llevan tareas para la casa y al terminarlas vuelven por más.

Alba, a los seis años, sufrió de polio; María padece parálisis y Jorge tiene una lesión crónica en una de las rodillas. Los demás, también afrontan problemas físicos y no encuentran trabajo en alguna empresa. La disculpa para no ocuparlos es que su presencia acarrearía otro puesto para atenderlos mientras cumplen la jornada laboral.

Pegados a la pared o puestas sobre mesas hay peces, soles, mariposas, lámparas y medias lunas. Al lado, las alcancías en forma de calaveras sonrientes, helados, budas, carros y cofres, que se disputan las miradas de los visitantes con sapos, ratones, ovejas y loros de diversas familias. Los balones de variados tamaños, con el tricolor de Colombia o el rojo y negro del Cúcuta Deportivo, fascinan a los hombres que los combinan con los guayos para llevarlos a casa.

Las estrellas del taller, sin la menor duda, son los cochinitos. El símbolo del ahorro aparece en diferentes caracterizaciones y tamaños. Los hay pequeños, medianos y el gigante que cuida la entrada al local donde se exponen otras figuras. Está acompañado de una vaca que lleva pintas idénticas para hacer el juego ideal en la finca, la casa o el apartamento como  elementos decorativos.

Los marranitos tienen forma de Chapulín Colorado, con antenitas para advertir la presencia del enemigo; de bailarina, con falda rosada; de Hombre Araña, con máscara incluida; de colcha de retazos, con remiendos; de arlequín, con múltiples colores llamativos. Cada uno tiene un valor en pesos y van de los $ 10.000 a los $ 50.000. Para evitar la destrucción cuando estén llenos de monedas, por la parte inferior tienen acondicionado el hueco de evacuación, que luego será reparado en el taller.

Los materos están pintados en colores fosforescentes para alumbrar las noches de cualquier cabaña.

Los diseños salen de la imaginación. Alba tiene sobre el banco de trabajo los pinceles y los tarros de pintura. En un cojín está pintada la Virgen de Guadalupe y el encargo es reproducirla en el costado de tres alcancías. La tarea parece fácil de cumplir y sin mayores esfuerzos la termina. “No queda igual, pero se parece”, es el consuelo que da por si  quien mira quiere hacer algún reparo.

A pesar de la limitación física es una mujer amable, sonriente y dispuesta al diálogo. La experiencia de siete años le permite tomar una alcancía pequeña y sin trazos lo trasforma en el cochino araña. Usa la técnica ‘brito’ para espejos, cofres y repisas. A los clientes les gusta y compran. “A la gente le llaman la atención los colores y a veces creen que son de plástico”.

En el Centro de Rehabilitación conocieron a la sicóloga Amparo Acosta, a quien le gustan las manualidades y tiene habilidades para llevar a cabo la labor. En el taller han pasado siete años. El negocio comenzó de puertas para adentro, con copas para Navidad. Luego, se abrió la exposición al público y creció el espacio de trabajo.

El propósito es el de ayudar a los discapacitados. “La idea es darles el empleo a personas que lo necesiten”, dijo Acosta. Los trabajadores son de estratos bajos, aunque no falta que otro clasificado en rango socio-económico superior que llega a buscar espacio para mostrar de qué es capaz con las manos.

La ganancia está en la venta. La ecuación que aplica la sicóloga es que si no se vende, no pintan, y si no pintan no ganan. “Cualquier discapacitado que quiera venir viene, no paga, aprende la técnica y si quiere quedarse puede hacerlo, si no lleva trabajo a casa”. Por el taller han pasado venezolanos que luego del aprendizaje gratuito regresas al país.

Para el crecimiento han llegado a acuerdos con empresarios del cuero, a los que les pintan carteras, bolsos, billeteras.

Alba mantiene la concentración. Le saca punta al lápiz para que el trazo quede nítido. El boceto toma forma y comienza a parecer la figura. En segundos queda listo el bosquejo. Más tarde se dará a la tarea de ponerle los colores para que los compradores se lleven esa otra alcancía con la estampa de la Virgen de Guadalupe, utilizada en los dormitorios de los niños.

Otro conductor pasa por la calle 15A. Voltea la cabeza y la mirada choca con la figura humana colorida. No detiene la marcha, pero, seguro, se lleva la imagen grabada y algún día regresará por un marranito disfrazado de Chapulín, Hombre Araña, bailarina, colcha o de lo que mañana se le ocurra a Alba.

RAFAEL ANTONIO PABÓN

rafaelpabon58@hotmail.com

Foto: www.contraluzcucuta.co

 

Sobre Rafael Antonio Pabón

Nací en Arboledas (Norte de Santander - Colombia), educado y formado como periodista en la Universidad de la Sabana (Bogotá), gustoso de leer crónicas y amante de escribir este género periodístico, docente en la Universidad de Pamplona (Colombia) y seguidor incansable del Cúcuta Deportivo.

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