¿La apertura del paso peatonal por la frontera ha incrementado la población en situación de calle?
- En Cúcuta viven entre 300 y 400 habitantes de calle. Ahora, han llegado unos 120 desde Venezuela, y entre todos pueden sumar 600.
Martín Manzano, director de la Fundación El Camino, conoce al dedillo los problemas que envuelven a esta población desprotegida por la familia y desamparada por el Estado. Este hombre vivió los horrores de la adicción a las drogas y deambuló por calles y avenidas en busca de mendrugos para calmar el hambre.
Un día, cansado de mendigar, de hurtar, de amenazar a los semejantes y de ultrajar a quien se le atravesara en el camino, decidió abandonar ese mundo de alucinógenos y se acogió a la vida digna. La promesa al ser superior que le sacudió el barro y lo alejó de la inmundicia provocada por la marihuana, la cocaína y la heroína, fue trabajar por quienes están hundidos en ese infierno, al que llegaron por ignorancia, por curiosidad o por gusto.
Hoy, el estar al frente de la fundación le da suficientes conocimientos para hablar y criticar la falta de un plan de política pública para favorecer al habitante de calle. En la administración pasada, encabezada por Donamaris Ramírez, hubo un intento, pero no cumplió la meta. El fin cambió de rumbo y tomó la trocha del beneficio político particular, y no para favorecer a la comunidad desvalida.
A cada gobierno municipal le llegan recursos desde el Estado para emprender programas que ayuden a hombres y mujeres a superar la situación en la que están enfrascados.
¿Ayudan esos recursos a solventar la crisis?
- Son pañitos de agua tibia, porque no son la solución al problema de envergadura como es el que afrontan los habitantes de calle, que es un problema de salud pública.
Martín Manzano estuvo sumergido, por largos años, en el fondo de ese mar de drogadictos, por eso sabe que esto no es un vicio, ni es una enfermedad. También, sabe que la ayuda canalizada por las entidades oficiales es superficial, porque no se trata de darles un desayuno, un bañito y una muda de ropa. Se trata de buscar la manera de brindarles el mínimo vital, que consiste en educación, salud, trabajo, alojamiento, comida, componentes nutricionales, talleres y otras ayudas.
Hasta hoy, ha sido difícil, y casi imposible, que ese respaldo se dé en Cúcuta para esta población que vive sin esperanzas, sin ilusiones y sin un mañana para soñar. Los lugares donde hay mayor concentración de habitantes de calle en la capital de Norte de Santander son los parques Lineal, Antonia Santos, Mercedes, Santander y Colón, el Barrio Chino, alrededor de las recicladoras y el puente colgante. Después de las 6:00 de la tarde, aparecen como hormiguitas en esos sitios en busca del espacio que les ofrezca calor para pasar la noche.
¿Cuáles son las causas que llevan a estos hombres y mujeres a vivir en la calle?
- Las causas son muchas. Más que la ignorancia y desconocer la magnitud de esta enfermedad, es el al manejo de la situación en los planteles educativos.
El Centro Día fue un programa que manejó la administración de Donamaris Ramírez y lo hizo de manera superficial. El habitante de calle iba, recibía una taza de aguamiel y un pan, en la mañana; al medio día, le daban un plato de sancocho, una limonada, lo dejaban bañar y cambiar de ropa. A las 2:00 o 3:00 de la tarde lo devolvían a la calle, a ese mundo que lo absorbe y lo mata.
Martín Manzano tiene claro que la solución no es que los dejen entrar a bañarse y que les den un plato de sopa. No, porque son seres humanos que requieren en el día a día desayuno, almuerzo, comida, alojamiento. Tampoco cree que la solución esté en montar programas de bancos de ropa en buenas condiciones para darles cada dos o tres meses una camisa y un pantalón. Y para hacerse entender recitó el adagio aquel que llama a no darles el pescado, sino enseñarlos a pescar bajo un proceso.
Al hablar de las mayores necesidades de esta población no deja ninguna fuera del listado. Son casi todas, lo dijo sin pensarlo, apegado al conocimiento que tiene. Carecen de alojamiento y duermen en los andenes; no tienen cédula de ciudadanía y deambulan como entes sin identificar; no cuentan con afiliación al Sisben o a las ARS y cuando enferman solo aspiran a morir en la calle.
En el hospital, cuando los atienden, reciben tratamiento superficial y los dejan ir para evitar los conflictos que generan debido a la adicción. Mas, si son pacientes consumidores de heroína, porque cuando les entra el síndrome de abstinencia, ‘el famoso mono’, se vuelven incontrolables, inmanejables, y hay que darlos de alta por el bienestar de los demás pacientes.
¿Cuál es el inicio de todos estos problemas?
- Usted va y pregunta en un colegio o en una universidad y no se ven medidas preventivas para el consumo de sustancias sicoactivas. La gente comienza a preocuparse por el consumo cuando no hay nada que hacer, cuando el hijo es un consumidor en potencia.
Manzano está seguro de que en Cúcuta no hay ni se conocen herramientas para la prevención en primaria y en secundaria. Tampoco se conocen planes para evitar que un hijo caiga en las drogas o cómo darle el tratamiento cuando ha caído. Menos, se sabe cómo brindarle orientación. La solución de la mayoría de padres de familia, cuando ven el problema agrandado, es sacar al muchacho para la calle. Esta actitud, en cambio de ser la salida, lo que hace es agravar la situación, porque el joven se vuelve peor, adquiere conductas delictivas, se vuelve delincuente y antisocial. El problema no es solo familiar, también involucra a la sociedad.
Entonces, ¿cuándo habrá una solución?
- En el momento que tomemos conciencia y empecemos a educar a los niños.
Martín Manzano está seguro de lo que dice. Por El Camino han pasado decenas de hombres y mujeres que un día probaron la droga y luego no supieron cómo salir. El director del Camino, en cambio, si encontró la puerta de escape y ahora procura que esa población olvidada vea la luz de la reivindicación social y tenga una mejor condición de vida.
RAFAEL ANTONIO PABÓN