Bastante se ha escuchado a Álvaro Uribe decir “ojo con el 2022”, puesto que él, y usando la jerga politiquera burócrata y descarada del país, tiene todo ‘amarrado’. Así seguiremos, pase lo que pase y sea quien sea el presidente, movidos por los maquiavélicos hilos del tan dañino Uribismo atrincherado en el Centro Democrático.
Desde el 2018, cuando ganó el que dijo Uribe, el propio Uribe sabía que ese gallo no lo llevaría a buen puerto. Por eso hiló, muy, pero muy delgado, su extensa burocracia en el país. En una ‘jugadita’, como diría Ernesto Macías, dando saltos tan macabros e impecables como hasta hoy, el exsenador, expresidente y exconvicto Uribe ha creado las condiciones electorales para ganar o ganar en el 2022.
Así silenció la ratonera
Luego de aprender la lección, en 2010, con Andrés Felipe Arias y Nohemí Sanín, decidió no hacer una consulta abierta. Sabía que la oposición se la desbarataría en un segundo, así que muy ágil se inventó un modelo basado en encuestas, pero al fin y al cabo ganaría quien señale con su dedito. Así, de esa manera, silenció la ratonera de un solo tajo.
El plan
Entonces, en otra magistral salida, Uribe sabía que debía elegir a quien menos tuviera la cara cagada. Y de pronto sucedió lo inexplicable, apareció el inexperto, un senador de mando medio, que solo sabía obedecer a su ‘jefazo’, un don nadie que solo sabía ser senador y siempre a la sobra de Uribe, quizá haciendo un doctorado como el de Masías.
Uribe sabía que con Iván Duque iba a la fija. Duque, por su parte, acostumbrado a hacer caso, jamás pudo ser sincero con su jefe y decirle que esa silla era muy grande para él. En fin, hoy vemos y sufrimos las consecuencias.
Uribe estaba seguro de que Duque era el gallo pa’esa pelea y lo único que necesitaba era dividir aún más al Centro y asegurarse de que Petro llegara a segunda vuelta. Y su vaticinio se cumplió. Con el caudal electoral propio pasó el marrano por sobre las brasas rojas de la primera vuelta. Ahora solo quedaba llenar al país de miedo. Con el espejo de Venezuela fue fácil ganarle a Petro en segunda vuelta.
Tomando un riesgo muy alto, Uribe llevó a Duque a la casa de Nariño, aun sabiendo que sería el desastre que es, y aún peor, sabiendo que cuatro años después lo castigarían en las urnas. Por eso, y desde entonces, empezó la campaña de “ojo con el 2022”.
Desde el primer día de Duque como presidente, Uribe no puso sus cartas en ese juego. Sabía que era imposible un buen gobierno de Duque y se dedicó a apoderarse de cualquier fuente de control en el país, atizando fogones en todos los flancos posibles.
Uribe se metió al bolsillo a los grandes empresarios con la ley de financiamiento, que les quitó impuestos; ubicó burocráticamente esbirros exgenerales obedientes a él y a su doctrina; puso ministros importantísimos; nombró Fiscal y Procuradora; le dio a César Gaviria lo que pidiera con tal de tenerlo en su fundillo (perdón en el bolsillo); también, a su Contralor y recientemente se apoderó del Banco de la República.
Pero, aun así, faltaba mucho. Por eso, por intermedio de dueños y periodistas de mucho nombre, pero poca ética, controló Semana y El Tiempo, medios de comunicación con mayor investigación periodística hasta hace poco en el país. Con sus grandes amigos Sarmiento Angulo y Gilinski tomo posesión, en cierta forma, del periodismo, sin dejar de lado esa inmensa comunidad de trolls creada bajo la venia de Dubrands, que tampoco es que nade en un océano de ética.
Lo más fácil
Del Congreso ni qué decir. Lo resolvió a su manera, como el jefazo que es, a punta de plata y burocracia. Quizá uno que otro susto por ahí a quien no quería alinearse, pero lo tiene bajo control. En otras palabras, lo soluciona con la mermelada que tanto le criticó y señaló a Juan Manuel Santos. De esa manera, el innombrable tiene en el bolsillo los cinco poderes, Ejecutivo, Legislativo, Judicial, medios y empresarios. ¡Qué miedo!
¿Qué le salió mal?
Lo único que no se le cocinó al exconvicto fue la reelección de Donald Trump, mandadito que el gamonal Uribe ha pagado como siempre, con trabajo sucio. Mediante la CIA, Uribe otra vez es idiota útil para los gringos. Exportar mercenarios y recibir afganos son las loables tareas que han llevado a que le baje la ‘piedra’ al presidente de Estados Unidos.
Por eso el panorama político no es nada alentador en el país, como se han dado cuenta. Sin importar quién llegue a Casa de Nariño, el otro año estará totalmente sometido a los deseos de Uribe. Si le obedece tendrá gobernabilidad; si no, será totalmente imposible gobernar. Todo esto deja ver que Uribe creo todas las posibilidades para ganar o ganar.
Por eso, a quienes tienen la esperanza de que si gana Petro el país dará un giro de 180 grados, me permito decirles, que el giro será de 360 grados, porque todo seguirá igual. Petro no tendrá gobernabilidad, como cuando fue alcalde de Bogotá. Tendrá en los cuatro años de mandato el saboteó constante y sonante del Uribismo.
Como respuesta a ese sabotaje, Petro buscará ayuda en China, Rusia, Argentina, Venezuela y Cuba, sus aliados, pero esto solo agravará la situación del país. Cada soldado bolivariano, cada médico cubano que llegue al país, solo ayudará a que la comunidad internacional entre en pánico colectivo y nos vuelvan a ver con los ojos de la realidad, como un país inviable, como un país sin futuro, como lo somos.
¿Hay una alternativa?
Pues sí, existe, pero es costosa. Petro, o quien llegue a ser presidente en 2022 debe buscar independencia mediante las mayorías parlamentarias. Algo difícil, pues la derecha gastará lo habido y por haber, incluidos los $ 70.000 millones de la internet de los niños rurales que se acaban de abudinear con los centros poblados, la derecha gastará miles y miles de millones en votos. Quien llegue a la presidencia el próximo año, deberá arrodillarse a la industria criminal de Uribe; de lo contrario, ferozmente, el Congreso del Uribismo hundirá todas las iniciativas.
MARIO CAICEDO