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¡Varón y mujer nos creó!

La antropología cristiana parte del principio bíblico según el cual el ser humano ha sido creado a “imagen y semejanza de Dios”. Así lo explica la Carta a la Mujeres escrita por SS Juan Pablo II en 1995: «El Libro del Génesis habla de la creación de modo sintético y con lenguaje poético y simbólico, pero profundamente verdadero: ‘Creó, pues, Dios al ser humano a imagen suya, a imagen de Dios le creó: varón y mujer los creó’ (Gn 1, 27). La acción creadora de Dios se desarrolla según un proyecto preciso. Ante todo, se dice que el ser humano es creado “a imagen y semejanza de Dios” (cf. Gn 1, 26), expresión que aclara enseguida el carácter peculiar del ser humano en el conjunto de la obra de la creación».

Este principio es fundamento de la igual dignidad entre hombres y mujeres, pues significa que «ambos son seres humanos en el mismo grado, tanto el hombre como la mujer, ambos fueron creados a imagen de Dios» , y también reconoce que el ser varones o mujeres, son dos formas distintas de existir en el mundo, dos formas diferentes de ser humano, de manera que «Sólo gracias a la dualidad de lo “masculino” y de lo “femenino”,  lo “humano” se realiza plenamente» .  Este principio es ratificado por la Congregación para la Doctrina de la Fe cuando indica que «”Y dijo Dios: Hagamos al ser humano a nuestra imagen, como semejanza nuestra. Creó, pues, Dios al ser humano a imagen suya, a imagen de Dios le creó, hombre y mujer los creó” (Gn. 1, 26-27). La humanidad es descrita aquí como articulada, desde su primer origen, en la relación de lo masculino con lo femenino. Es esta humanidad sexuada la que se declara explícitamente “imagen de Dios”» .

El documento de la Congregación también plantea que en la sociedad actual se presentan dos tendencias para abordar este tema: la primera enfatiza la condición de subordinación de la mujer, que genera una actitud contestataria, convirtiéndola en antagonista del hombre y que lleva a una rivalidad entre los sexos; la segunda propone, para evitar la supremacía de uno u otro sexo, eliminar las diferencias, consideradas como el efecto de un condicionamiento histórico-cultural, minimizando la diferencia corpórea, llamada sexo, y maximizando la diferencia cultural, llamada género. El anular o minimizar las diferencias existentes entre ambos sexos, impide la construcción de la identidad propia como varones y como mujeres.

Reconocer la igual dignidad como seres humanos (hombres y mujeres) y las diferencias de ser hombres o mujeres(no sólo en lo físico sino en lo psíquico y en general, en todas las dimensiones que integran al ser humano), permite entender que la tarea dada a la humanidad para administrar adecuadamente los bienes de la creación, también está asignada a ambos; de ahí que «la Iglesia, iluminada por la fe en Jesucristo, habla de colaboración activa entre el hombre y la mujer, precisamente en el reconocimiento de la diferencia misma».  La femineidad como la masculinidad realizan plenamente al género humano, pero cada uno brindando su aporte diverso y complementario.

El Papa Benedicto XVI llama la atención sobre los riesgos que se corren para alcanzar la autorrealización personal cuando hombres o mujeres, en su pretensión de autonomía y autosuficiencia, buscan anular los vínculos naturales o sociales y terminan sumidos en una profunda soledad. Dice el Papa que «se necesita una renovada investigación antropológica que… incorpore los nuevos progresos de la ciencia y el dato de las actuales sensibilidades culturales, contribuyendo de este modo a profundizar no sólo la identidad femenina, sino también la masculina, también ella a menudo objeto de reflexiones parciales e ideológicas… Por lo tanto no se pueden confundir las diferencias sexuales inscritas en la naturaleza humana» .

También evidencia el Papa que «Hay lugares y culturas donde la mujer es discriminada o subestimada por el solo hecho de ser mujer, donde se recurre incluso a argumentos religiosos y a presiones familiares, sociales y culturales para sostener la desigualdad de los sexos, donde se perpetran actos de violencia contra la mujer, convirtiéndola en objeto de maltratos y de explotación en la publicidad y en la industria del consumo y de la diversión. Ante fenómenos tan graves y persistentes, es más urgente aún el compromiso de los cristianos de hacerse por doquier promotores de una cultura que reconozca a la mujer, en el derecho y en la realidad de los hechos, la dignidad que le compete» . También ratifica que «Dios confía a la mujer y al hombre, según sus peculiaridades propias, una específica vocación y misión en la Iglesia y en el mundo. Pienso aquí en la familia, comunidad de amor abierta a la vida, célula fundamental de la sociedad. En ella la mujer y el hombre, gracias al don de la maternidad y de la paternidad, desempeñan juntos un papel insustituible con respecto a la vida. Desde su concepción, los hijos tienen el derecho de poder contar con el padre y con la madre, que los cuiden y los acompañen en su crecimiento. Por su parte, el Estado debe apoyar con adecuadas políticas sociales todo lo que promueve la estabilidad y la unidad del matrimonio, la dignidad y la responsabilidad de los esposos, su derecho y su tarea insustituible de educadores de los hijos. Además, es necesario que también la mujer tenga la posibilidad de colaborar en la construcción de la sociedad, valorando su típico “genio femenino”» .

Es fundamental comprender que varones y mujeres están igualmente comprometidos en la construcción de la familia, de la sociedad y de la Iglesia y, por lo tanto, deben tener iguales oportunidades para participar activamente en los ámbitos públicos y privados, de manera que la perspectiva de desarrollo humano integral cuente con la riqueza de la visión y el aporte propio femenino y masculino. Es necesario propiciar cada vez más, el equilibrio entre los deberes y derechos de mujeres y hombres, y entre las responsabilidades y las funciones de cada uno, evitando discriminaciones, exclusiones, señalamientos e injusticias. Por este motivo, reiteramos la propuesta que la Pastoral Social desde hace algún tiempo ha promovido para invitar, tanto a hombres como a mujeres, a construir relaciones armónicas basadas en el respeto y en la colaboración mutua. Sólo así, podrán generarse familias, comunidades, organizaciones y estructuras con criterios de equidad para hombres y mujeres.

SECRETARIADO NACIONAL DE PASTORAL SOCIAL

CAMPAÑA DEL DÍA INTERNACIONAL DE LA MUJER – MARZO 8 DE 201

Sobre Rafael Antonio Pabón

Nací en Arboledas (Norte de Santander - Colombia), educado y formado como periodista en la Universidad de la Sabana (Bogotá), gustoso de leer crónicas y amante de escribir este género periodístico, docente en la Universidad de Pamplona (Colombia) y seguidor incansable del Cúcuta Deportivo.

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