MÉRIDA – Venezuela.- Los pormenores de la situación son indescriptibles. Cada día hay nuevos y peores testimonios. Es sorprendente la cantidad de atropellos, abusos y vejaciones que suceden día a día. Nunca pensé que viviría tan de cerca (y sin poder hacer mucho al respecto) tanta injusticia, tanto dolor, tanta zozobra.
Quienes debieran protegernos no hacen su trabajo, pues están ocupados preparándose para tareas “más importantes”, como participar en ataques a la población civil, sin contemplación, en las zonas de conflicto. Ahora, circulan menos carros y más motos, de las cuales hay que cuidarse, porque no se sabe si quien las conduce es “amigo o enemigo”.
Salimos a la calle sólo con luz de día y con cuatro ojos, porque debemos cuidarnos nosotros mismos los cuatro costados. Hay un “toque de queda voluntario” que nace del miedo y la vulnerabilidad. La delincuencia común trabaja a sus anchas y no respeta ni iglesias, ni clínicas, ni nada, ni a nadie.
La moda ha cambiado. Ahora, se trabaja en ropa cómoda, zapatos para caminar, sin prendas ni objetos valiosos y se carga lo necesario por si hay que pernoctar donde te toque. Los planes se hacen de un día para otro y como dice el dicho popular, literalmente: “amanecerá y veremos”.
Ahora, las visitas se hacen por teléfono, pero en esta última semana hay que cuidarse de lo que se habla por teléfono o celular, al igual que por la mensajería de texto, porque las amenazas de interferencia son constantes. Nuestros únicos medios de información son las redes sociales, CNN y en algo CaracolTV.
Conseguir víveres es limitado. Consumimos lo que teníamos en reservas y lo que buenamente se consiga. Por no inscribirnos para la Tarjeta de Racionamiento Alimentario y cada cinco días pasar largas horas haciendo colas interminables, nos abastecemos de productos de primera necesidad, “traficando” y por supuesto a precios exorbitantes.
Permanentemente, hay paranoia, porque se vive a la espera de que en cualquier momento se agraven las cosas y se duerme “con un ojo abierto”, porque, de cuando en cuando, los comandos ruedan por la ciudad amedrentando y haciendo alarde de su “poderío”. Las zonas en conflicto, esporádicamente, son blanco de ataques generalmente al atardecer y en las noches, con gases, perdigonazos y disparos, incluso dañando bienes, derribando accesos y destruyendo puertas y ventanas de la propiedad privada, hasta de las viviendas de gente “normal “, mientras públicamente se habla de “diálogo y paz”.
Mérida tampoco se ha escapado de muertes inocentes, incluyendo un GNB que al parecer entabló amistad con opositores en las barricadas y eso le costó la vida. Los detenidos y los desaparecidos aumentan a diario y no hay autoridad que permita hacer justicia o dé informe sobre los acontecimientos. Y ni hablar de las torturas a que son sometidos los que tienen la mala suerte de caer: tenemos testimonios directos (no por chisme) de cómo los maltratan física y sicológicamente, sin misericordia, los desnudan, los hacen morder la lengua hasta sangrar y les ofrecen excremento como comida. A través de mensajes informan de otras atrocidades, como esposarlos desnudos día y noche a cadáveres en las morgues.
Gracias a Dios, algunos tenemos la suerte de movernos en zonas que no son de “alto riesgo”, pero igualmente la movilización es complicada porque hay poco trasporte público y las vías de circulación son reducidas. Hay trabajadores que sí viven en lugares difíciles y todos tenemos personas cercanas y queridas que viven allí o tienen sus negocios cerrados hace ocho semanas. Muchos lograron sacar los vehículos y ponerlos a salvo, otros no y salen caminando por entre las barricadas a la zona “libre”. Otros, dejaron las casas y están viviendo donde amigos o familiares.
Son incontables los detalles que hacen que nuestra vida cotidiana haya cambiado tanto y ahora vivamos siempre en una “tensa calma”. Sentimos que en el mundo exterior hay mucha indiferencia, porque no comprenden o desconocen nuestra realidad. Sólo quienes hayan vivido situaciones similares en otras partes del mundo, podrán entendernos a cabalidad.
Lo que sí se ha fortalecido es la preocupación por los demás, la ayuda mutua y la fe en Dios. Se han multiplicado los grupos de oración y las esperanzas de que pronto se dé el milagro que todos estamos esperando.