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Qué feo espectáculo. Qué vergüenza. Qué mala noche para estos jugadores que merecen castigo por parte de las autoridades del fútbol colombiano. / Foto: Especial para www.contraluzcucuta.co

VERGÜENZA SAMARIA. Al Unión Magdalena le cayó la ‘gota fría’ en Cúcuta

CÚCUTA. Corría el minuto de descuento del segundo tiempo. Los jugadores del Unión Magdalena contaban con un punto valioso que se llevaban del General Santander, mientras los cucuteños lamentaban ese empate que pudo ser victoria. La alegría corría por las huestes samarias y la tristeza se reflejaba en el rostro de los motilones.

Los locales, afligidos por las rarezas del fútbol, no se resignaban a creer que un partido que comenzó bien, con gol  de Jhonatan Agudelo a los 10 minutos, terminaría en la paridad por dos errores infantiles y crasos del defensa Riascos, que a la postre se convirtió en el fiasco de la noche para las toldas rojinegras. Por querer salir con balón dominado permitió el primer tanto de Anthony Otero, para el 1 a 1. Y por no despejar a tiempo perdió el balón con el mismo rival que marcó el 2 a 1. Todo ocurrió en un minuto.

En ese instante la noche tomó otra tonalidad. La brillantez de las ideas se ocultó y apareció la tiniebla de la derrota. En los graderíos nació la desconfianza para con el central motilón marcado con el 2 en la camiseta. Los gritos de desespero se escucharon cada vez que este jugador se hacía con la esférica. Y para colmo de males hubo una jugada dudosa en la que el juez central pudo pitar penalti a favor de la visita, por mano cometidas en el área por el mismo Riascos.

Los unionistas, envalentonados por el marcador parcial a su favor, con más de medio partido por delante y con los adversarios aturdidos, sacaron a relucir las mañas que ningún futbolista debería aprender en la infancia, mientras pasa por las escuelas de formación. Faltas leves trasformadas en catástrofes, con gestos de dolor dignos de una víctima de terremoto o de huracán.

Luego de retorcerse en el piso, golpear el prado, hacer señas de moribundo y de arrebatarle largos minutos al espectáculo del fútbol, se levantan como si nada hubiera ocurrido. El aerosol, el agua y las palabras de los asistentes médicos borran cualquier huella de sufrimiento. Esa burla a los contrarios, a los aficionados y al fútbol debería castigarse con severidad y tomar ejemplos de otros deportes que dejan al mentiroso fuera de la cancha por algunos minutos y sin remplazo.

Es natural que esa actitud de comediante disfrazado de deportista enerve a los hinchas, que griten cuanto se les ocurre, desde madrazos hasta insultos de calibre AK 47, porque se sienten heridos en el orgullo y maltratados por unos sujetos que les vulneran la casa con actos vergonzantes para un cuasi profesional.

Los samarios, con los tres puntos en las alforjas, desestimaron el pundonor de los motilones, que en el descanso hicieron autocríticas, no flagelaron al culpable de la derrota parcial, escucharon las escasas palabras del técnico y salieron a cumplir con la tarea de remontar el marcador. La tarea no era fácil, tampoco imposible de cumplir. Y llegó el cuarto gol de la noche, el de Jhonatan Pérez, para hacer justicia con lo que se veía en el terreno de juego.

Esta noche de lunes, los espectadores y admiradores del buen juego, ese que exhiben por los mejores estadios del mundo los verdaderos futbolistas, los que ven que el futuro está en los lujos, los toques de primera, los taquitos, los caños, los cabezazos certeros, las paradas de pecho y la ejecución perfecta de tiros libres, se dieron cuenta de que el Olimpo del fútbol existe y de que allá hay dioses que también se visten de rojo y negro.

Después de sufrir las humillaciones de los paisanos de Carlos Valderrama y muchos otros hombres que sirvieron al balompié nacional con decoro, gallardía y valentía, exhalaron el último aliento y gritaron con el alma, con el corazón y con todos los órganos internos ese quinto gol de la noche que llegó en las postrimerías del partido. Golazo de Diego Echeverri. Fue el tanto de la agonía, pero el que daba el triunfo y el que dejaba los tres puntos en casa.

La respuesta de los malos perdedores venidos de la bahía de América fue tan oprobiosa que los hinchas quedaron atónitos y no encontraron explicación alguna a esa actitud tan propia de los patanes. No jugar el balón en los últimos segundos para permitir que el árbitro determinara la terminación del partido solo lo hacen quienes no aceptan la derrota como otro elemento del juego.

Qué feo espectáculo. Qué vergüenza. Qué mala noche para estos jugadores que merecen castigo por parte de las autoridades del fútbol colombiano, así como los dioses los castigaron por simular y fingir lesiones, y por imitar a los pobres futbolistas que con estos actos han llevado a la debacle al espectáculo.

Pues sí, Carlos Vives, a sus paisanos les cayó ‘la gota fría’ y también por no tener cultura futbolística.

RAFAEL ANTONIO PABÓN

rafaelpabon58@hotmail.com

 

Sobre Rafael Antonio Pabón

Nací en Arboledas (Norte de Santander - Colombia), educado y formado como periodista en la Universidad de la Sabana (Bogotá), gustoso de leer crónicas y amante de escribir este género periodístico, docente en la Universidad de Pamplona (Colombia) y seguidor incansable del Cúcuta Deportivo.

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