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Teodosio Cabezas: Una vida dedicada al servicio

Teodosio Cabezas Quiñones se reconoce como un romántico que atesora recuerdos, de los cuales extrae suficiente material para recrear sucesos personales que terminan entrelazados con la historia de Cúcuta. Su charla es amena, su tono es pausado y su mirada se fija en el horizonte, tal vez, buscando revivir en la mente instantes de la infancia y la primera juventud en Silos (Norte de Santander), de donde es oriundo.

De aquella época recuerda con especial aprecio el tesón de su padre, ganadero destacado de la región que junto a su madre, mujer hacendosa, sacó adelante un hogar de 12 hijos. Fue precisamente en la finca familiar  y por  los paseos montando caballo que formó un espíritu libre, ese que aún lo caracteriza y que le impide vivir en lugares pequeños donde no corran la luz y el aire.

A los 14 años dejó Silos para estudiar bachillerato en el colegio San Pedro Claver (Bucaramanga). Luego, viajó a Tunja donde se graduó. Llegó a Bogotá impulsado por un fuerte interés en la vida militar. En ese entonces,  alternó  dos años de Derecho en la Universidad Nacional con uno en la Escuela Superior de Cadetes, la cual abandonó y regresó a la Universidad con el objetivo de ganar el título en leyes para finalmente dedicarse al ejército por ocho años.

A pesar de permanecer fuera de su natal Silos por muchos años,  siempre sintió la natural añoranza del provinciano que extraña las costumbres, la gente y el excelente trato recibido por el buen nombre de su familia. El trabajo como teniente lo llevó a conocer diversos rincones del territorio nacional, estableciéndose por largos periodos en Cundinamarca y Tolima, por esta causa solo visitaba en las vacaciones a su querido municipio.

De la vida militar surgieron dos intereses que agitaron por mucho tiempo su existencia; uno, las mujeres, y el otro, la política. El primero, motivado por la galantería que inspira un hombre con uniforme; además por el trabajo como cadete de una Señorita Colombia y de una Señorita Tolima. Sonríe y señala que por asignaciones como esas  fue un consentido de los generales.

En cuanto a la política, el nombramiento como Secretario de Gobierno aun siendo teniente, en el periodo del gobernador Gonzalo Rivera Laguado, a finales de la década de los 50, consolidó su interés por esta etapa de la vida pública. En otra oportunidad ocupó de nuevo ese cargo, cuando había terminado la actividad militar. Luego, fue juez,  aspiró a la Alcaldía de Cúcuta sin éxito y  optó por ser Representante a la Cámara por el Partido Conservador, elección que perdió por 112 votos.

La etapa de hombre político le dejó grandes enseñanzas, una básica y realista es que en esta tierra la envidia crece como una planta silvestre, limitando las ideas o iniciativas que busquen consolidar el progreso general. Aun consciente de lo anterior su vocación siempre ha sido el servicio y compaginó algunas actividades para fundar un pequeño periódico en Pamplona, lugar al que se mudó parte de la familia durante los 60.

La incursión total en el periodismo surgió cuando encontró el amor en Ligia Echeverría, viuda del periodista Luis Parra Bolívar y propietaria del Diario de la Frontera. En esa relación hubo estabilidad, nació su única hija y fortaleció la vocación como periodista. Durante 22 años dirigió  ese medio de comunicación.

Con genuina tristeza recuerda el final del periódico, lo cual considera un error del que no le gusta hablar mucho. De esos momentos aprendió a valorar lo difícil que es hacer periodismo y cómo solo puede mantenerse en el oficio aquel que cuente con vocación real.

A lo largo de la conversación surge varias veces la palabra ‘vocación’, para revelar lo importante que es  comprometerse sin reservas a cumplir con las metas trazadas en la vida.

Otro asunto que lo entristece es el estado actual de Cúcuta. Lo sucia y abandonada que está la ciudad. Se toma un momento para proponerle al próximo Alcalde que les dé importancia a las propuestas que surjan de la  Sociedad de Mejoras Publicas, olvidada en la actualidad.

La Academia de Historia de Norte de Santander le despierta un grato amor por los temas del pasado. Prepara la monografía sobre Silos, y asegura con tono grave en la voz que le preocupan los jóvenes que no conocen siquiera dónde nació el general Francisco de Paula Santander. “Ese desconocimiento es lo que condena al departamento a vivir atascado en el atraso”.

Este romántico divide el tiempo entre leer, escribir, caminar por las calles  y disfrutar con todo aquel que aprecia su inestimable banco de recuerdos.

ORIANA GODOY

origodoy@gmail.com

Sobre Rafael Antonio Pabón

Nací en Arboledas (Norte de Santander - Colombia), educado y formado como periodista en la Universidad de la Sabana (Bogotá), gustoso de leer crónicas y amante de escribir este género periodístico, docente en la Universidad de Pamplona (Colombia) y seguidor incansable del Cúcuta Deportivo.

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