CÚCUTA.- Steven Quines Gonzales es colombiano, tiene 28 años y desde los 15 está dedicado a la vida circense. En ese mundo, bajo la carpa, se ha especializado en el arte de las banquinas y las acrobacias, que complementa con la música y el baile.
El primer circo al que perteneció lo encontró Buenaventura, lugar donde vivía. Un amigo le mostró la parte acrobática y lo indujo a hacer parte de esa familia. Quedó entusiasmado y se propuso aprender a fondo sobre ese arte. Poco a poco se abrió paso y ahora cuenta que ha hecho parte de varias compañías.
Ha recorrido buena cantidad de ciudades en países que lo acogen por el oficio en el que se desenvuelve. Hoy, trabaja para el Cirque Farouche con el que se ha presentado en Francia y Colombia. Este hombre de piel oscura, acuerpado y musculoso, mide 1,75 metros, es de escaso cabello y usualmente lleva gafas negras.
En las presentaciones utiliza pantalón de plumas blancas, con el torso al descubierto. Le gusta la sonrisa de los niños mientras ven la función. En cada acto busca trasmitir alegría con su acto y quiere que el público sienta atracción cuando la música y el espectáculo se unen para formar un acto.
Ingresó al Cirque Farouche por intermedio de la escuela ‘Circo para todos’, a la que pertenecía y le facilitó la comunicación con los directivos de la empresa internacional. El Cirque es diferente a los circos, es un espectáculo musical en vivo que despierta sensaciones de peligro, emoción y suspenso.
La banda es propia y las canciones son originales, solo se escuchan en la función y puede obtenerse el disco después de cada presentación. El Farouche busca la atención de grandes y chicos, intenta mostrar hasta qué nivel puede llegar el cuerpo con la dificultad de cada acto, con los saltos, las pirámides, y tocan el espíritu del público con las canciones y los movimientos.
“Nuestro número llega a la música y la música interpreta ese sentimiento hacia el público”. Algunos artistas del Farouche han trabajado con el Circo del Sol, y tienen una experiencia laboral. “Una de mis experiencias bacanas es haber estado en Francia, donde hicimos una parte de ensayos que nunca pensamos que funcionara”. Entrenaron en las escuelas francesas y vivieron con otras compañías circenses.
Steven, desde el instante que entra a escena, trasmite energía positiva, deja a un lado los problemas personales y da lo mejor de sí para estampar su huella en el público.
Aimara Rodríguez
Estudiante de Comunicación Social
Universidad de Pamplona
Campus de Villa del Rosario