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PARQUE ANTONIA SANTOS, CAOS Y TEDIO

Pasada la hora del almuerzo, bajo un sol picante y con el calor que caracteriza a Cúcuta, se percibe un ambiente acelerado en el parque Antonia Santos, en la calle sexta, frente a la antigua cárcel Modelo.  El bochorno se hace cada vez más intenso por el flujo  del trasporte público, en su mayoría, y por el excesivo comercio informal que hay en el sector.  Los árboles  ayudan a disminuir el sofocante clima.

El apogeo de la gente es cada vez mayor. A los numerosos vendedores ambulantes se suman compradores, transeúntes, habitantes de la calle y mendigos residentes en el canal Bogotá, situado justo al lado del parque.  Este conjunto de factores negativos hacen del sector una zona peligrosa, coadyuvados por el negocio de la droga que los vagabundos manejan y, claro, por el consumo. Además, los altos índices de robos y los antecedentes de asesinatos ocurridos en este sitio son alarmantes, lo que convierte en una visita arriesgada acudir al lugar.

A pesar de este panorama, la zona no deja de recibir constantemente a ciudadanos que van de compras, en especial de alimentos. Aquí, los productos son más económicos que en el mercado, aunque no con la salubridad que se requiere para el consumo humano. Pero por pagar unos pesos menos, la gente poco se fija en esa condición de sanidad.

El tiempo trascurre lento. La intensidad del sol baja y la contaminación audiovisual aumenta.  Los carros pitan, los vendedores gritan para ofrecer la mercancía, los andenes son ocupados por informales, el espacio para el peatón es nulo,  el sector está sobrepoblado.

En la esquina de la calle sexta con avenida quinta, en un puesto de venta de jugos de naranja y mandarina naturales, un hombre de   55 años, tiene la cara roja por el calor y el semblante es de cansancio por el trabajo duro.  ‘Naranjo’, como le dicen los amigos, llega  a las 6:00 de la mañana. “Es agotador estar acá de pie desde tan temprano, al sol, y permanecer todo el día. Pero no me quejo porque esto es lo que me da para el sustento de mi hogar”, comentó al preguntársele sobre la labor como ambulante.

Muchas son las historias que enmarcan la vida de cada personaje de este lugar. Desde el que trabaja como vendedor ambulante, porque no estudió, o el que se quedó sin hogar y sin apoyo por el vicio o por los negocios turbios.  Y no podían faltar las niñas y las mujeres que aprovechan la  afluencia de hombres para exhibirse y vender su cuerpo. Esta actividad se ve más al caer la tarde.

“Mi amor yo no sé hacer más nada. Para ganarme la vida, me toca dejarme manosear de cuanto ‘cerdo’ se quiera gastar la plata en mí, para llevarle comidita a mi mamá y a mis hermanitos. Mi papá es un borracho que no sirve para nada”, dijo ‘Ingrid’, trabajadora sexual que se posa sobre la carretera y mira  a lado y lado a la espera de que la contraten.

El sol se ocultó. Los vendedores comienzan a recoger los puestos para regresar a casa y esperar que pase la noche y llegue el nuevo día para seguir con la rutina pesada que a diario viven porque quieren o porque les correspondió.

Isabel Obando

nena14_os@hotmail.com

Estudiante de Cuarto Semestre

de Comunicación Social

Unipamplona-Campus Villa del Rosario

 

 

 

Sobre Rafael Antonio Pabón

Nací en Arboledas (Norte de Santander - Colombia), educado y formado como periodista en la Universidad de la Sabana (Bogotá), gustoso de leer crónicas y amante de escribir este género periodístico, docente en la Universidad de Pamplona (Colombia) y seguidor incansable del Cúcuta Deportivo.

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