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Hemingway, medio siglo después del escopetazo

“El hombre puede ser destruido, pero no derrotado”, dijo en alguna ocasión Ernest Hemingway. Hoy, al recordarse los primeros 50 años de su trágica muerte, lo traemos a esta serie de entrevistas virtuales para recordar su obra, repasar su vida y mantener viva su enseñanza.

“La obra clásica es un libro que todo el mundo admira, pero que nadie lee”. Así advirtió, y entre sus trabajos periodísticos y literarios debe haber alguno que por más esfuerzo que hizo para crearlo, pocos lo habrán leído para que se cumpla la máxima.

“La sabiduría de los ancianos es un gran error. No se hacen más sabios, sino más prudentes”. Tal vez, lo dijo al repasar el ‘Viejo y el mar’ y al recordar las enseñanzas que le dejó esa aventura para no dejarse vencer por el animal que quería cargas y mostrar como trofeo.

“Lo único que nos separa de la muerte es el tiempo”. Hoy, es el tiempo el que le gana a la muerte y nos perite este diálogo, porque “un idealista es un hombre que, partiendo de que una rosa huele mejor que una col, deduce que una sopa de rosas tendría también mejor sabor”

Don Ernest, una buena enseñanza para comenzar…

–         “Los buenos escritores son destruidos en su país y sus talentos marchitados por exceso de ambición, por los elogios desmedidos, por sus pretensiones de intelectualismo y de superioridad. (…)

¿Ocurre lo mismo con los periodistas?

–         Sin duda, y más en ciudades chicas como la suya.

¿Cuándo y dónde nació?

–         Nací el 21 de julio de 1899, en Chicago (Estados Unidos). Mi nombre completo es Ernest Miller Hemingway.

¿Cómo es su vida familiar?

–         Soy el segundo de los seis vástagos del médico Clarence Edmonds Hemingway y Grace Hall.

Describa a su padre y a su madre…

–         Un hombre amante de la naturaleza que más tarde se suicidó debido a una enfermedad incurable. Mi madre, mujer de fuerte carácter, entusiasta de la cultura, especialmente de la música.

¿Antes de escribir a qué dedicó su tiempo?

–         A viajar y a las aventuras. Experimenté con situaciones violentas, agitadas y arriesgadas en la adolescencia. Destaqué en la práctica del boxeo. Otras de mis grandes aficiones fueron la caza y la pesca.

¿En la casa qué futuro le auguraban?

–         Mi padre quería que fuera médico como él. Y mi madre, que tenía aficiones artísticas, quería hacerme músico y me obligaba a practicar en el violonchelo por largas horas. Ese ejercicio,  por el solo hecho de “permanecer sentado pensando”, me desarrolló la vocación de escritor.

¿Por qué no fue a la universidad?

–         Al acabar los estudios medios, en 1917, renuncié a entrar en la universidad y mejor conseguí trabajo  como reportero del Kansas City Star.

Tampoco se alistó en el Ejército…

–         Al implicarse Estados Unidos en la I Guerra Mundial,  quise alistarse en el ejército, pero fui declarado inútil a causa de una antigua herida en el ojo. Debí conformarme con ser aceptado en la Cruz Roja.

De todas maneras fue al campo de batalla…

–         Sí, como conductor de ambulancias en el frente italiano, y me hirieron de gravedad.

¿Cómo lo recibieron al regresó a Estados Unidos?

–         En 1919, poco antes de cumplir 19 años, me condecoraron con la  ‘Medaglia d’Argento al Valore Militare’ y la ‘Croce di Guerra’.

¿Le gustó como vivió?

–         Sin duda alguna mi vida estuvo llena de experiencias y pasiones. Viví la I Guerra Mundial como voluntario de la Cruz Roja, fui activo seguidor de las ideas de Rosa Luxemburgo, conocí el París bohemio de los años 20, viví de cerca la Guerra Civil Española, fui cazador experimentado, hice frecuentes safaris en África, corresponsal de guerra, periodista y amante del boxeo, el ciclismo y los toros.

¿Y en el amor cómo le fue?

–         Bien, me casé cuatro veces. Al regreso de Europa,  contraje matrimonio con Hadley Richardson, una amiga de la infancia. Luego, me enamoré de la periodista Pauline Pfeiffer, y nos casaos en 1927. En España conocí a Martha Gellhorn, corresponsal de la revista Collier’s y autora de cuentos, y decidimos unirnos en matrimonio. La última fue Mary Welsh, corresponsal de la revista Times en Inglaterra durante la II Guerra Mundial, a quien le fui infiel con Adriana Ivancich.

Usted tuvo la oportunidad de viajar mucho…

–         Sí. Viajé constantemente a Francia, España, Italia, África, Estados Unidos y Cuba.

¿Qué le dejaron esos viajes?

–         Prácticamente, mis obras recogen las experiencias de los viajes, incluso las adquiridas como corresponsal en la Guerra Civil Española y en la II Guerra Mundial.

¿Esos relatos le sirvieron para forjar su estilo de escritura?

–         Claro, mi estilo literario se hizo crudo y realista. Vea, de toda esa experiencia vital surgieron ‘Adiós a las armas’, ‘Por quién doblan las campanas’, ‘El viejo y el mar’ y ‘Las nieves del Kilimandjaro’.

¿Qué trascendencia tuvieron su vida y obra?

–         Pues, ejercieron influencia en los escritores estadounidenses de la época. La mayoría de las obras están consideradas como clásicos de la literatura en lengua inglesa. Y muchas  fueron adaptadas a la gran pantalla.

¿Su producción literaria  siguió alguna regla estética?

–         Al igual que un témpano, la novela sólo debía mostrar un octavo de lo que contaba, y los siete octavos restantes debían estar sumergidos, dando consistencia al relato.

¿Cuándo se reincorporó al periodismo?

–         Al final de la guerra, como corresponsal del  Toronto Star. Permanecí poco tiempo, porque me nombraron, este medio y la cadena de periódicos Herat, corresponsal en Europa.

Esa fue una buena oportunidad…

–         Sí, contacté con otros americanos exiliados, agrupados en torno a Gertrude Stein y que pasamos a la posteridad bajo el nombre de ‘la generación perdida’.

¿Quiénes formaban parte del grupo?

–         Mire, el punto de reunión era la casa de la Rue de Flure 27, que frecuentaban los escritores y pintores  Picasso, Matisse, Scout Fitzgerald, S. Anderson, Ezra Pound y Jean Cocteau, entre otros. Ahí, apadrinado por Gertrude Stein, inicié mi formación como escritor.

¿Además de las notas periodísticas qué escribió en esa época?

–         Poemas,  cuentos y narraciones cortas, la mayoría  publicadas en pequeños periódicos extranjeros. En Francia inicié la tarea como escritor con ‘Tres relatos y diez poemas (1923), a la que siguió ‘En nuestro tiempo’ (1924) y luego ‘Torrentes de primavera’ (1926).

¿Cuál novela lo catapultó a la fama?

–         ‘El sol también se alza’ (1926). Narra la historia de un grupo de estadounidenses y británicos que vagan sin rumbo fijo por Francia y España, miembros de la llamada “generación perdida” del período posterior a la I Guerra Mundial. Después escribí ‘Fiesta’ (1926), basada en las peripecias por Francia y España.

¿Qué siguió en la producción literaria?

–         En 1927, salió a la luz la novela ‘Hombres sin mujeres’, que incluía el cuento ‘Los asesinos’; en 1929,  ‘Adiós a las armas’; en 1932, ‘Muerte en la tarde’, un tratado sobre tauromaquia; en 1933,  ‘El que gana no se lleva nada’; en 1935, ‘Verdes colinas de África’, y en 1938, ‘Tener y no tener’ y el libro ‘La quinta columna y los primeros cuarenta y nueve cuentos’.

¿En qué momento comenzó a preocuparse por los problemas sociales?

–         Al final de la década de 1930. La novela ‘Tener y no tener’ y la obra de teatro ‘La quinta columna’ condenan  las injusticias políticas y económicas. Dos ejemplos claros son los cuentos ‘La vida feliz de Francis Macomber’ y ‘Las nieves del Kilimandjaro’.

¿Hasta ese momento no ha escrito su obra maestra?

–         No, la presencia en España durante la Guerra Civil, como corresponsal, me inspiró la novela ‘Por quién doblan las campanas’, en 1940, considerada mi obra maestra.

La muerte lo rondó en varias ocasiones…

–         Imagínese, en la Guerra Civil española la habitación del hotel fue alcanzada por el estallido de las bombas,  durante los apagones de la II Guerra Mundial choqué con un taxi, y en 1954 se estrelló el avión en África.

¿Cómo llegó a Cuba?

–         En abril de 1928, el vapor Orita, cuando el buque en el que viajaba de Europa a Key West (Florida), hizo una breve parada en La Habana. Aquel paraje me embriagó tanto que estuve en la isla intermitentemente entre 1932 y 1960.

Por ahí hubo una época de divorcio con el público ¿qué pasó?

–         En la década de los 40, los únicos trabajos literarios fueron ‘Hombres en guerra, en 1942, y la novela ‘Al otro lado del río y entre los árboles’, en 1950, historia de amor y de muerte ambientada en Venecia que marcó una fase de cierta separación con los lectores.

¿Cómo enmendó ese disgusto?

–         Con la novela corta ‘El viejo y el mar’, en 1952. Ese fue uno de los grandes trabajos,  lleno de ternura, lirismo y emoción que abordó temas como la superación personal, la dignidad o la lucha del hombre con la naturaleza. Ahí recuperé el favor del público y la crítica.

¿En qué año se sintió mal físicamente?

–         Abandoné Cuba y me instalé en Ketchum (Estados Unidos). Tenía diabetes, impotencia sexual, comienzo de Alzheimer y una profunda depresión.  Sufría  problemas psicológicos, y me hospitalizaron dos veces por procesos depresivos, que finalmente no pude vencer. Decidí ponerle fin a mi vida con un tiro de escopeta,  el 2 de julio de 1961.

¿Hay un testamento literario?

–         Sí, ‘París era una fiesta’, publicada en 1964,  relata los recuerdos de los primeros años en París en los que “éramos pobres y muy felices”, el encuentro con los miembros de la “generación perdida” y los primeros pasos en la literatura.

Hay obras póstumas…

–         La última obra publicada en vida fue ‘Poemas completos’, en 1960. Los libros  póstumos incluyen ‘Enviado especial’, en 1967, que reúne  artículos y reportajes periodísticos; ‘Primeros artículos, en 1970; la novela del mar ‘Islas en el golfo, en 1970, y la inacabada ‘El jardín del Edén’, en 1986. Quedaron sin publicar 3.000 páginas de manuscritos.

Un consejo final…

–         Quédate siempre detrás del hombre que dispara y delante del hombre que está cagando. Así estás a salvo de las balas y de la mierda.

Gracias, don Hemingway…

–         A usted, muchacho, por recordarme al  conmemorarse el primer medio siglo de mi muerte.

(ADAPTACIÓN DEL ARTÍCULO  PUBLICADO POR EL SITIO WEB ENcontrARTE – Aporrea.ORG)

RAFAEL ANTONIO PABÓN

Rafaelpabon58@hotmail.com

Sobre Rafael Antonio Pabón

Nací en Arboledas (Norte de Santander - Colombia), educado y formado como periodista en la Universidad de la Sabana (Bogotá), gustoso de leer crónicas y amante de escribir este género periodístico, docente en la Universidad de Pamplona (Colombia) y seguidor incansable del Cúcuta Deportivo.

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