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Me divirtió ver esos carros relucientes a pesar del paso de los años. Unos son de comienzos del siglo XX, otros de cualquier década, pero conservados. / Foto: PRENSA ALCALDÍA

CARTA AL NONO RAFA. Gracias por permitirme vivir las ferias de Cúcuta

Hola, Nono, te escribo desde Cúcuta, ciudad que por estos días está de fiesta. Por ahí me enteré de que estas ferias no son invento del alcalde César Rojas, sino que corresponden al pasado de la capital de Norte de Santander. En otras épocas, leí, tuvieron otros nombres, pero al final resulta lo mismo y a la mayoría de habitantes y visitantes les gustan. Aunque, unos poquitos han protestado en las plataformas digitales.

Los antecedentes dicen que en una época eran las Fiestas Julianas y que la programación incluía corridas de toros, partidos de fútbol, desfiles, comparsas y mucha alegría. Los cucuteños corrían por las calles en señal de alegría y vivían contentos. Eran otros tiempos, es verdad, pero servían de escape a la cotidianidad.

El jueves, asistimos al desfile de autos antiguos y me divirtió ver esos carros relucientes a pesar del paso de los años. Unos son de comienzos del siglo XX, otros de cualquier década, pero conservados. Los asistentes quedaron admirados, así los hubieran visto en otra ocasión. Pasaron lentos, exhibiéndose como estrellas de televisión. Y arrancaron suspiros, mientras los dueños sonreían y sacaban pecho, para que los fotografiaran. Gracias, Nono, por acercarme a ese pasado tan lejano para mí.

En estos días que pasé por su casa vi una foto pegada a la pared en la que aparece usted con sus papás y sus hermanos. Pregunté qué le recordaba la imagen y solícito, como siempre, dijo que correspondía a la primera Feria Internacional de la Frontera, que tuvo como sede el Bosque Popular. Entre los detalles que escuché me llamó la atención cómo se divertían a la par que asistían a exposiciones de maquinaria y otros productos que llamaban la atención.

Usted sabe, Nono, la afición que tengo por las motos de alta cilindrada. En este desfile pude apreciar varias de esas máquinas gigantes que conocía por los juegos en el teléfono que usted amablemente me presta sin importar que le gaste los datos. Me emocioné al máximo, lo confieso, cuando hice realidad mi sueño de estar cerca a las motos GP.

En otro año las ferias se trasladaron a la Zona Franca y también hubo jolgorio. Los cucuteños van hasta donde los convoque la diversión. Hace poco se quiso tener un sitio especial para las ferias, pero las malas administraciones dieron al traste con el proyecto y hoy Interferias es un vago recuerdo. Jamás pudo cumplir con su misión en la frontera debido a un déficit económico y se liquidó. Lo extraño es que nadie protestó como lo hacen ahora porque hay fiestas en la ciudad.

¡Huy, Nono! Bacanos los carros que llevaban levantada la puerta del baúl para mostrar los equipos de sonido potentes, con música estridente, moderna, juvenil. Entre la multitud que salió a saludar el paso de los autos, muchos cantaban esas canciones y hasta las bailaban. ¿Sabe por qué? Simple, están en fiesta.

Donamaris Ramírez, para hablar del pasado reciente, pretendió revivir las Fiestas Julianas y organizó reinados, bailes, ferias en los barrios y contrató orquestas. No se institucionalizaron, porque cada administrador de la ciudad trae su programación. Aunque creo que todos tienen la misma intención de divertir al pueblo.

Nono, le cuento, entre los críticos hay quienes protestan porque la situación no está para celebraciones estruendosas y verbenas. Yo, quiero decirles que estoy próximo a cumplir seis años en este mundo y que en esos casi 72 meses de vida no he hecho sino escuchar cuestiones negativas.

Nací en la administración de Donamaris y en este tiempo el Cúcuta ha estado más en la B que en la A, no se construyó el proyecto del Parque Bavaria, no hay transporte masivo, los índices de violencia no bajan, el desempleo aumenta, las ventas ambulantes crecen por doquier, los políticos viven más en Bogotá que aquí, las calles siguen destapadas y los buenos colegios se fusionaron. ¿Entonces?

En los dos últimos años solo leo, escucho y veo en los medios de comunicación locales registros de noticias relacionadas con el ingreso masivo de venezolanos, sobre la estigmatización de los paisanos de mi nono Domingo, del cierre de la frontera, de robos, violación de los derechos humanos, asesinatos, narcotráfico, El Catatumbo, marchas, paros armados, corrupción y mucho más.

Preguntas ingenuas. ¿De eso es que quieren leer, escuchar y ver los críticos de las fiestas? ¿Les gusta más ver titulares rojos en los periódicos, que rostros de niñas bonitas que quieren ser la reina de Cúcuta? ¿Les agrada más conocer al nuevo corrupto que se llena los bolsillos con el dinero del PAE que asistir a un concierto?

¿Acaso los cucuteños no tenemos derecho a vivir cinco días de fiesta como lo hacen los demás pueblos de Norte de Santander y de Colombia? Porque hay unos pocos que se disgustan con el atasco del momento en El Malecón no deben acabarse las ferias.

Vea, Nono, de verdad. Leí en un libro de historia, a propósito del Mundial Rusia 2018, que en 1986 Colombia sería el responsable de la organización del torneo y que no se hizo porque al presidente Belisario Betancur, conservador como mis bisnonos, le metieron en la cabeza que mejor invirtiera en vías, educación, salud y otros renglones que necesitaban recursos. México se hizo cargo del torneo, que a propósito ganó su Argentina, y las vías, las escuelas, los hospitales y los otros renglones se mantuvieron alejados del presupuesto nacional.

Aquí es cuando reflexiono. Los recursos destinados para las fiestas, si no se organizaran, ¿se invertirán en la dotación de servicios públicos a los habitantes de los cerros que circundan la ciudad? o ¿los destinarán para dotar más albergues para atender a los migrantes? Creo que el ingenuo no soy yo.

De nuevo, Nono Rafa, gracias por haberme llevado de la mano a ver el desfile de autos antiguos y por el helado que me brindó. Otro día le escribiré para contarle más de esta Cúcuta que, a veces, se llena de contrariedades.

Tu nieto SAMUEL YAMIT

Sobre Rafael Antonio Pabón

Nací en Arboledas (Norte de Santander - Colombia), educado y formado como periodista en la Universidad de la Sabana (Bogotá), gustoso de leer crónicas y amante de escribir este género periodístico, docente en la Universidad de Pamplona (Colombia) y seguidor incansable del Cúcuta Deportivo.

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