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PERFIL. En las 24 horas del día pienso en la muerte: Juan Parra

CÚCUTA.- Juan Parra, poeta y caricaturista pamplonés, vino al mundo luego de ganarles la  carrera a millones de espermitas. Obtuvo la medalla de oro para hacer parte, hace 66 años, de este caótico mundo que corresponde al planeta lleno de violencia, de genocidios y de horrores. “Siempre he visto la vida con una visión no tanto pesimista, sino de mucho escepticismo”.

En uno de sus poemas muestra el inconformismo que lo caracteriza y enfrenta a Dios con dos interrogantes. “Dios, por qué nos dejaste en la orfandad, y permitiste que este abominable ser, llamado humano, solo dejara a su paso muerte, soledad y desamparo. Dios, por qué dejaste esto a medio hacer”.

Este cuestionamiento es parte de la irreverencia que tiene por la vida y lo deja ver como ese crítico que cuestiona. “Esta vida no ha sido ningún jardín de rosas. Para mí la vida siempre ha sido tormentosa”. En medio de esos pensamientos y de esas actuaciones surgió el arte como tabla de salvación.

A esta edad, más de seis décadas y media vividas, no ha perdido la capacidad de asombro y todavía algunos pasajes de la vida los vive con pasión. “Una de ellas es la belleza en todas sus manifestaciones y otras que también disfruta a diario”.

La voz del maestro Parra es grave y hace alarde de ese tono que heredó del padre José María López Jaimes, locutor de la Voz del Norte, Radio Tasajero, Radio Internacional, y de otras emisoras cucuteñas. Sobrino de Guillermo López Jaimes periodista deportivo, con quien compartía momentos agradables.

¿Dios le ha respondido a esos cuestionamientos?

  • Mi mamita me dijo que no hablara de política, ni de Dios.

Los consejos maternos los acata, y habla poco de religión, aunque se anima y la separa del concepto espiritual. En materia religiosa se declara desinformado. De política tampoco habla, porque no tiene formación política. Sin embargo, hace su comentario. “Hay mucha gente en el país que no tiene formación política y por eso los incautos electores votan a ciegas, casi siempre, en las elecciones”.

Y hace la recomendación para complementar el ingrediente pedagógico. “Así como están las cátedras de la paz, de los derechos humanos, debería implementarse la cátedra política desde temprana edad”. De esa manera, el futuro electoral, cuando deba tomar la decisión trascendente sepa a qué atenerse y tenga fundamentación y no dé el voto por un sancocho o por una dádiva.

En la infancia, Juan Parra leyó “un hermoso libro que se llama la naturaleza” y tuvo como gran maestro a Leonardo Da Vinci. En sus tiempos de niñez era casi imposible acceder a la lectura, no tuvo a alguien que lo motivara a meterse en el mundo de la literatura y de los libros. “Uno andaba más pendiente de los juegos”.

Esos juegos que practicaba dieron pie para que posteriormente se dedicara al arte. En la infancia, cuando vivía en una casa solariega de la avenida segunda entre calles 9 y 10, “con unas tías brujas”, tenía dos amigos, un hermoso perro y la luna llena.

La infancia no fue compartida con niños, sino de mucha soledad. No interactuaba. Uno de los recuerdos tristes que guarda es la reprimenda que le dieron las tías con las que vivía, porque botó unas morrocotas. El castigo fue terrible. Le quemaron las manos con brazas de carbón al rojo vivo. No ha superado esa experiencia terrible y nefasta.

En la adultez, la luna lo inspiró a publicar la cartilla ‘El conejo lunar’. El nombre surgió de mirar la luna llena y sigue viendo a ese personaje cuando en las noches despejadas se lo permite el satélite natural de la Tierra.

No es amigo de las cronologías. “No le he parado bolas al tiempo. He intentado mantener un tiempo lineal”. Una de las mayores ofensas es que lo tilden de viejo o cucho, a pesar de que en la realidad tiene bisnietos. “Me siento vital y mi mente está fresca. Soy creativo”.

Ha pasado buena parte de la vida en función de la creación. En la cotidianidad ve temas para sus caricaturas y lo apasiona la poesía. El proyecto cercano es presentar un poemario, en el 2019, en el que el tema recurrente será la muerte. En el libro aparecerán entre 40 y 50 poemas.

“Me apasiona el tema de la muerte. Me encanta. Para mí es una liberación, es una realidad. En las 24 horas del día pienso en la muerte”.

Así, cree, tiene más conciencia de la vida y disfruta más la vida. Y hace otra propuesta pedagógica para colegios y universidades, que se ofrezca la cátedra de la muerte, vista desde el arte, la antropología, la sociología, la religión, la espiritualidad. “Que se vea como algo esperanzador y no con esa visión terrorífica que nos la han mostrado las religiones”.

¿Ha pensado cómo sería su muerte?

  • He sido de los que ha pensado en el suicidio. Lo que pasa es que espero que llegue, no me adelanto. Me parece absurdo tomar esa decisión. Suicidarme sería egoísta.

Uno de sus poemas dice: La muerte se agazapa como amante furtiva para dar el zarpazo. La ignoro embriagado en el frenesí de la fiesta.

Para escribir no piensa en musas, ni en momentos inspiradores. Todo el tiempo está en función creativa. La producción poética es lenta, no es como muchos poetas piensan que hacer poemas es como hacer pan. “Eso se va decantando. Es una labor dispendiosa”. Lleva años en la composición de un poema, porque trabajar el lenguaje es complicado.  

Le molesta que le pregunten si el arte da para vivir. “No vivo del arte, vivo para el arte”. Y a renglón seguido repite la definición de arte: “El arte es una actitud ética y moral ante la vida con una visión crítica del que lo asume como tal”. Si de hacer plata se tratara, asegura, se metería en negocios sucios o andaría en otros cuentos.

RAFAEL ANTONIO PABÓN

rafaelpabon58@hotmail.com

Sobre Rafael Antonio Pabón

Nací en Arboledas (Norte de Santander - Colombia), educado y formado como periodista en la Universidad de la Sabana (Bogotá), gustoso de leer crónicas y amante de escribir este género periodístico, docente en la Universidad de Pamplona (Colombia) y seguidor incansable del Cúcuta Deportivo.

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