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Para hacer efectiva la entrega de los dineros a los hoy detenidos se utilizaron sofisticados movimientos bancarios.

OPINIÓN. Enfrentar la corrupción y derrotarla

La sociedad colombiana ha manifestado por todos los medios a su alcance el profundo malestar por la oleada de corrupción que se ha anidado en centros fundamentales de la actividad política nacional. Desde allí, trafican descaradamente con recursos y bienes que solo le pertenecen al sector público de nuestra nación. Estos delincuentes de ‘cuello blanco’  tienen  que responder por el robo sistemático  de los recursos fundamentales y sagrados, los que han debido proyectarse para la solución de los graves problemas que enfrenta la nación.  Es más grave este problema en La Guajira y Choco, donde la muerte arrebata vidas de niños en condiciones de miseria, frente a la actitud permisible de un  Estado que es incapaz de aplicar las  drásticas sanciones que el peso de la justicia exige.

Esto es de una gravedad profunda, sus consecuencias pueden ser catastróficas si no se les pone un punto final a las depredadoras prácticas: pan de cada  día de  políticos  corruptos. En el interesante libro Por qué fracasan los países, los autores Daron Acemoglu y James A. Robinson demuestran cómo la corrupción permite la consolidación  y permanencia en el poder de grupos políticos que actúan en consonancia con sectores empresariales y financieros que controlan la esfera económica, permitiéndoles enriquecerse con los fondos del  Estado. Desde allí, adelantan una colonización total de los escaños legislativos,  presenta un modelo seudodemocrático endeble y a la vez corrupto. En esta forma, se reciclan cada año, permitiendo la consolidación de camarillas de poder que impiden la renovación de los sectores políticos y, en cambio, permiten la permanencia  de  sectores carentes de ideas renovadoras y de sentimientos de verdadera justicia social.

Uno se pregunta ¿por qué profesionales egresados de las mejores universidades del país son  cerebros grises de estos actos de corrupción? ¿Qué pasa en nuestro entramado social que constantemente permite la aparición de este tipo de ’delincuentes ilustrados’, procedentes de buenas familias, que solo buscan la oportunidad para dar rienda suelta a los oscuros procederes de rapiña en procesos de  contratación de las grandes obras de infraestructura que requiere la nación? En la solución hay que ir mucho más allá de la propuesta de altas penas que se  proponen para  poner coto a tan grave y delicada situación. Es necesario investigar a fondo qué falla en la formación ética  de la sociedad colombiana

El sonado caso de Odebrecht es un ejemplo fiel de lo que estamos tratando. Para hacer efectiva la entrega de los dineros a los hoy detenidos se utilizaron sofisticados movimientos bancarios que daban la vuelta al mundo en un esfuerzo de los delincuentes para borrar todo rastro con las fuentes primigenias del delito. Es decir, la utilización de la inteligencia humana y formación bancaria de primer orden, para eludir a las autoridades encargadas de vigilar el manejo correcto y trasparente de los recursos del erario.

Colombia está en el ojo del huracán de la contratación estatal en el mundo, por lo tanto debe mantenerse alerta sobre estos procesos. Lo que Odebrecht demuestra es que hay una bien aceitada mafia internacional con capacidad de corromper a los funcionarios y después echarlos a las llamas, habiéndose embolsillado el mejor porcentaje de tan pingües negociados. Los colombianos debemos construir un gran movimiento contra la corrupción, integrado por las fuerzas vivas de la sociedad, donde hagan presencia organizaciones sociales y civiles de los DD.HH., movimientos políticos, universidades, sectores religiosos, organizaciones de ciudadanos, asociaciones de trabajadores, obreros y campesinos, bajo la consigna de ’Los dineros públicos son sagrados’. No vamos a permitir que  una banda de corruptos enquistados en las altas esferas de la  administración pública sigan con el tráfico  de los recursos públicos destinados a la educación, salud e infraestructura, dineros  indispensables para  suplir las necesidades urgentes de nuestra población de escasos  recursos económicos.

Hay que constituir, dar mayor fuerza y dinamismo a las veedurías ciudadanas para investigar y conocer el estado de inversión pública en los grandes proyectos de infraestructura vial e hidroeléctricas, en los que está comprometida la nación. Veeduría  que hagan presencia ciudadana a lo largo y ancho de la geografía colombiana, con un ejercicio real de la vigilancia  en departamentos y municipios de Colombia, así como en las ramas de la administración pública.

Debemos constituirnos en centinelas de la ejecución de los recursos públicos, así como del cumplimiento de las penas y las sanciones que la justicia colombiana les imponga a estos delincuentes que consideran que ‘ser pillo en Colombia, sí paga’, pues  les vamos a  demostrar su equivocación.

No nos quedaremos sentados en la puerta de la casa  viendo pasar el hurto, desfalco y malversación de los fondos públicos, por el contrario, haremos realidad  nuestra consigna: Enfrentar masivamente la corrupción, con la fuerza que se asume la salvación nacional. ¡Cerrar filas es el compromiso!

ALONSO OJEDA AWAD

Vice. Presidente del Comité Permanente de Defensa de los DD.HH (CPDH)

Foto:  richardbistrong.blogspot.com

 

 

Sobre Rafael Antonio Pabón

Nací en Arboledas (Norte de Santander - Colombia), educado y formado como periodista en la Universidad de la Sabana (Bogotá), gustoso de leer crónicas y amante de escribir este género periodístico, docente en la Universidad de Pamplona (Colombia) y seguidor incansable del Cúcuta Deportivo.

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