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Las dádivas que el Gobierno, las falsas promesas, las ofertas de trabajos amorales, el conformismo y la falta de solidaridad, son pócimas amargas que se van dando para que no se escuche el clamor de nuestra gente, tengo sed. / Foto: Prensa DiócesisSC

CRISIS EN VENEZUELA. Obispo Moronta: Cristo grita “Tengo Sed” en quienes pasan hambre

SAN CRISTÓBAL – Venezuela.- El obispo de San Cristóbal, monseñor Mario Moronta, dijo el Viernes Santo, en el Sermón de las Siete Palabras, que muchos venezolanos hoy “exclaman Tengo Sed”, en referencia a la quinta palabra de Jesús en la cruz. En la reflexión, recordó que en Venezuela sigue escuchándose esa palabra.

Algunos apartes del Sermón de monseñor Moronta son los siguientes:

1.- Tengo sed

Lo escuchamos cuando vemos la cantidad inmensa de personas que están pasando hambre; los que hacen largas filas para ver si pueden conseguir algo de comida a precios que son inalcanzables; quienes hurgan en los basureros o en los desperdicios de las casas y restaurantes a ver si consiguen un poco de quién sabe qué comida para saciar el hambre de varios días; los que no consiguen medicamentos o a quienes se les hace imposibles tratamientos como la diálisis o la quimioterapia u otro tipo de acciones médicas necesarias; los que con mirada triste van saliendo por nuestras fronteras hacia otros países a ver si logran tener un mejor tenor de vida; quienes se quedan solos o no logran vivir con lo que reciben de sueldo… Todos ellos y muchos más hoy exclaman tengo sed.

Y si hay quien les dé algo para intentar no calmar sino ahogar ese grito: las dádivas que el Gobierno intenta dar con condiciones y de vez en cuando; las falsas promesas de mejores condiciones de vida ofrecidas por dirigentes políticos que buscan garantizarse sus propios intereses; las ofertas de trabajos amorales, como el contrabando, el “bachaqueo”, la especulación y otros; el conformismo y la falta de solidaridad de quienes algo tienen pero que no lo comparten con nadie… Estas son pócimas amargas que se van dando para que no se escuche el clamor de nuestra gente, tengo sed.

2.- Dios mío, Dios mío ¿por qué me has abandonado?

En Venezuela muchos experimentan el abandono de Dios: hasta lo reclaman. Algunos lo reclaman con soberbia como pensando que Dios ha prescindido de ellos; o porque quieren pedirle a Dios lo que Él no nos va a dar… Pero los auténticamente pobres, aún en medio de su dolor y del hambre que sufren, pueden llegar a pensar que Dios los ha abandonado. Pero hay algo muy interesante: ellos no han abandonado a Dios y siguen teniendo su confianza puesta en Él.

3.- Mujer, he ahí a tu hijo.

Descubrimos cómo la Iglesia es recibida por la humanidad, a la par que la humanidad es recibida por la nueva Madre, la Iglesia. Con ello, se hace extensible en la historia posterior la fuerza redentora de Jesús. La Iglesia no sólo anuncia el evangelio de la salvación, sino que acompaña a todos los seres humanos, en sus alegrías y penas, en sus gozos y esperanzas, en sus problemas, dolores y angustias. Como parte de su vocación y siguiendo el ejemplo de María, la Iglesia está llamada a estar cerca de los seres humanos, creyentes y no creyentes: es voz de los que no la tienen, es capaz de dar agua a los sedientos, de extender su mano solidaria para quienes sufren.

4.- Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen.

Hoy, en Venezuela, así como tenemos que ponernos al lado de los sufrientes, tenemos la obligación de decirles a quienes oprimen de diversas maneras como hemos visto que deben convertirse. Hay que dar signos para ello: desde dejar la maldad y asumir sus propias responsabilidades hasta demostrar que es la luz de la verdad la que definitivamente va a orientar la vida.

Por ello, invitamos a quienes están en el camino de la maldad, los corruptos, los que forman parte de las mafias del narcotráfico, del tráfico y trata de personas, del contrabando y del menosprecio de la dignidad humana, de quienes quieren destruir la familia e introducir antivalores que rebajan a la persona humana, de quienes prefieren delinquir, robar y asesinar, de quienes propician el negocio de la pornografía, de quienes abren caminos a la mediocridad y a la maldad, que se conviertan Que se unan a quienes de verdad queremos seguir en el camino abierto por Jesús hacia una plenitud de vida. A ellos les invitamos a sentir la fuerza de la palabra de Cristo en la cruz cuando dice: Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen.

5.- Conclusión

En medio de la crisis que sufrimos, la acción decidida de los cristianos tiene que ser un oasis en el desierto por el cual transitan tantos hermanos. No hacerlo es volvernos en arenas de ese desierto. Hacerlo es ser capaces de dar el agua que se necesita ante tanta sed que se experimenta hoy en día. Nos toca hacer sentir la fuerza del amor, la “insurrección de la bondad y de la misericordia”, con el estilo de Jesús que nos invita, si queremos ser felices, a ser constructores de la paz. No olvidemos que Cristo es nuestra Paz. Por tanto, edificarla es llenar de Cristo, de su Palabra y de su salvación a nuestra sociedad. No hay tiempo que perder. Es la tarea que el mismo Jesús nos ha entregado.

Sobre Rafael Antonio Pabón

Nací en Arboledas (Norte de Santander - Colombia), educado y formado como periodista en la Universidad de la Sabana (Bogotá), gustoso de leer crónicas y amante de escribir este género periodístico, docente en la Universidad de Pamplona (Colombia) y seguidor incansable del Cúcuta Deportivo.

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